🤖 Cuenta una historia que ilustre los derechos laborales del futuro.
Cuando era niña el 1 de mayo en mi casa era una fiesta. Mi padre, trabajador a turnos en una empresa de producción siderúrgica, se ponía su mejor traje y salía a reivindicar la lucha obrera. Yo corría a la ventana donde orgullosa observaba al mejor padre del mundo. Mientras tanto, frente a mí, los coches vestidos de propaganda electoral pasaban a toda prisa arrojando octavillas y lanzando reflexiones. Los jóvenes al oírles llegar salían armados del bar y les gritaban que les dieran trabajo.La algarabía en el barrio era total. No quedaban muchos años para abandonar el siglo XX y en las vascongadas se sabía cómo armar revoluciones. Mi padre, obrero, cómo ahora mismo lo soy yo,me enseñó que los trabajadores debíamos estar unidos en la lucha y que había que estar con La Patronal pero también contra ella, pues era un monstruo que se alimentaba del hambre de sus obreros. Cincuenta años después me asomo a la ventana, a lo lejos el recuerdo de mi padre, pero ni rastro de pitidos de coche poniendo en alza nuestros derechos laborales, mi orgullo que sigue intacto se quiso arrojar. Qué sería de los chicos del bar. Silencio.