«Todo al rojo»

Cuando preparaban la Fiesta de la Primavera, ella siempre se volvía loca decorando todo según manda la tradición. Pero lo de este año superaba todos los límites. Con eso de que era "su año", estaba entre desatada y pletórica. Bueno, o eso decía ella, porque para él estaba más bien fuera de control, y perdiendo el norte por momentos. 

La mesa del salón estaba ya cubierta con los sobres de dinero que darían a sus sobrinos y parte de sus amigos. Otra cosa que no entendía Jin era esa: tenerse que gastar gran parte (por no decir toda) de la paga extra de Navidad en darle el aguinaldo chino a sus colegas más afortunados, es decir, a los solteros. 

Con la tontería de las tradiciones, además, les tocaba organizar otra cena familiar (que con las españolas había tenido pocas), con la ventaja adicional siempre de que en esta ocasión no había forma de comprar la comida preparada en ningún sitio, porque a ver de dónde sacaban aquí los kilos de jiao zi que necesitaban.

La buena noticia es que solo quedaban unas horas para poner fin a aquella locura hasta el año siguiente, así que era cuestión de dejarse llevar el resto del día, festejar, comer, pasear entre farolillos y dragones, y fin del asunto. 

Y entonces apareció Mei sonriente, ondeando aquellos calzoncillos de tela brillante, con un dragón estratégicamente situado. En ese momento, Jin consideró que se habían rebasado definitivamente todos los límites. 

-Me vas a perdonar, pero por ahí no paso.

-Pero es que es nuestro año, cariño, somos conejos, ¿no lo entiendes? De-be-mos ir más de rojo que los demás, por dentro y por fuera, y sabes lo supersticiosa que soy. No te cuesta nada. Por cierto, que tienes que despejar un poco el porche, porque a media mañana llegan los peces y tenemos que colgarlos.

-Perdona, ¿qué peces?

-"De verdad, yo no sé con quién me he casado". Y con los ojos en blanco, se fue farfullando.   

La cena resultó ser un éxito a ojos de todos, y un auténtico horror a los de Jin, pero si Mei estaba contenta, la limpieza con resaca del día siguiente sería mucho más llevadera, y eso era lo importante ahora. 

Cuando se metió en la cama y por fin pudo deshacerse de aquella horrible ropa interior, le volvió la sonrisa a la cara. 

-Jin, lo has pasado bien, ¿eh? No hay más que ver lo contento que estás, ¿en qué piensas? 

- En cuánto me alegro cada año por estas fechas de ser daltónico.