Todo el mundo me recuerda. Protejo a gentes que otros rechazan. A mi espalda, cuerpos de judíos perciben la brisa del mar y sienten agradececimiento bajo mi protección. Lucho por mantenerme en pie.
Las piedras de granito que forman mis paredes, cuentan diversas historias: He sido testigo de declaraciones de amor, tristezas e incluso la alegría de jóvenes que, a mis pies, cuentan chistes al final de la tarde; pero han sido humanos con picos y martillos los que han intentado derribar mis muros. No lo han conseguido, pero estoy herido y cansado. Otros, de su misma especie, han colocado mis piedras dañadas pero todo es diferente ahora. Siento un hormigueo en mi interior. Es constante; es un dolor con el que he aprendido a vivir. Es suave, pero muchas veces desearía que todo fuese como antes. Las heridas externas poco me importan, la edad ha enriquecido cada grieta; llenándola de sabiduría y aprendizaje. Brotes verdes sobresalen de mis poros y con frecuencia, viene gente buena a limpiar mis paredes; pero siento que poco tiempo podré acompañarles.
Vuelven a inyectar en mí esa substancia para mantenerme con vida, pero los golpes recibidos por seres malignos debilitan mi estructura y ahora, me derrumbo poco a poco. La droga rejuvenece una parte de mí, pero el hormigueo sigue; es agradable, me gusta, aunque cada vez el dolor es más grande. Presiento que es mi última noche y… tengo ganas de irme, estoy cansado de luchar.
Vuestros golpes, insultos y reproches me han derribado, pero jamás vencido. Con mis pedazos levantarán uno nuevo y yo, siempre estaré presente, pese a quien le pese; porque siempre hay una semilla que otorga continuidad.
Bien relatado, con originalidad.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes