Las mesas estaban dispuestas en el costado izquierdo del vagón restaurante, a la derecha unos sillones colocados de dos en dos con una mesita en medio.
Yo era uno con la decoración.
Y un whisky.Paso desapercibido porque así lo he decidido.
Un perfecto traje color “marrón cortina” con una camisa “azul triste” y unos zapatos “marrono-pobre” me daban un aire alejado de todo y todos.
Podía ver.
Me gusta observar.
Me dedico a eso.
A ver, os explico:
Una señora de grandes joyas y mucho brillo, comía sopa con un perrillo asomado del bolso.
Dos señores comerciales hablaban alto y bebían vino acompañado de un bistec.
Y un hombre vestido de camarero que no era camarero se acercaba y alejaba según le convenía.
Esa cara no es la de un camarero, esos zapatos no son los de un camarero.
Sólo yo sé de lo que hablo.
- ¿Va a tomar algo más? – le preguntó el falso camarero a la señora brillante.- Un té.
Y un túnel nos volvió al negro.
Y se oyó un grito.
Y volvió la luz.
- ¡Mi collar! – gritó la señora.- Ha sido él – dije señalando al falso camarero que ya huía.
Lo atraparon.
La gente me aplaudió.
Le puse las esposas al camarero ladrón presentando mi acreditación.
Policía secreta de ferrocarriles.
- ¿Cuál es la próxima estación?Media hora después nos dirigíamos a la comisaria…
…Bueno no.
- A ver ese collar… - le dije.- Es espectacular, ¿Se dará cuenta?
- Imposible, era una réplica perfecta.
Sonreímos porque las historias que acaban bien son las que te acaban bien.
El giro final inesperado, me ha gustado.
Saludos Insurgentes
Bien hecho 👏