Paula, ya no queda tanto.
Tu madre ha tenido una vida tan plena y tan vacía a la vez… sobre todo desde tu ausencia. Ochenta años vividos y sólo veintinueve contigo.
No podía ver como esa extraña enfermedad llamada porfiria se cebaba contigo. Por eso te pidió por favor, que te marcharas y murieras para que no sufrieras. Tras ciento cincuenta días en coma en el que ni pestañear podías, tu marido y tu madre te dejaron marchar. ¿Para qué retenerte postrada en un hospital? Sin conciencia, sin vida, sin futuro. Sólo sueño inducido y oscuridad, pero te dejaron ir a la luz, como la de tu sonrisa.
Tu nombre en el aire, Paula, se cuela por la ventana moviendo las cortinas blancas. Estás siempre viva en tu madre porque ella te ama y te recuerda. Y mientras alguien te recuerde, siempre vivirás. Y vives en Isabel la escritora, la chilena errante, la madre de un hijo vivo y una hija muerta.
Con la edad que ahora tiene tu madre y tras pasar por una pandemia, ella que lo ha tenido todo materialmente hablando, se pregunta ¿para qué tanto? Estamos aquí de paso, por sólo un rato. Para qué acumular tantas cosas. Por qué hacer gala de tanta ostentación. Paula, con los años, tu madre ha aprendido a vivir con menos, y si pudiera volver atrás en el tiempo, cambiaría el pasado para no hacer tantos viajes, y disfrutaría más de ti y de tu hermano.
Paula, tú que vives en la eternidad, espera como siempre has hecho. Algún día tu madre y tú podréis reuniros de nuevo y vuestros nombres viajarán por el aire a modo de pensamientos. Isabel y Paula.
Tan real, como la vida misma.
Me ha ha encantado Noelia!
Saludos Insurgentes