Hoy hacía tres años que conocí a Pablo. Aún lo recuerdo como si hubiese sido ayer, allí, en mi librería favorita, donde él trabajaba de sustituto.
Me contó que venía de una familia de libreros, y que era un apasionado de la literatura, al igual que yo, y que un día me enseñaría un lugar que, según él, me iba a encantar. Ese día era hoy.
Para celebrar nuestro tercer aniversario, Pablo me invitó a cenar a su casa. Era una casa enorme con numerosas habitaciones, una cocina muy amplia y un jardín que al pisarlo parecía que entrabas en el mundo de Alicia en el País de las Maravillas. Tras enseñármela, entramos en el salón para la cena.
- Miriam, ¿te acuerdas lo que te conté cuando nos conocimos? – hizo una pausa- Lo de aquel lugar que te quería enseñar.
- Sí, ¿por qué?
En vez de contestar, se levantó y se dirigió hacia la chimenea. Le seguí, ya que lo creí oportuno, y cuando me puse a su lado, todo algo por debajo de la chimenea y sonó un “click”. No sabía qué estaba pasando, cuando de pronto movió la chimenea y apareció un enorme pasillo. Entramos y al final de este había una enorme librería oculta.
-¿Qué es esto? – pregunté mientras miraba sorprendida el lugar.
-Es la antigua librería de mi abuelo- contestó.
- ¿Y por qué la ocultáis? Es increíble.
- Nunca quiso que nadie supiese las maravillas que hay aquí. Hay libros muy importantes que mejor que no salgan de aquí.
El simple hecho de que me hubiera mostrado aquel lugar sabiendo por qué su familia lo había ocultado me demostró que no solo confiaba en mí, sino que era una afortunada y seguiría con él una vida entera, descubriendo mundos nuevos, aunque fuesen ficticios.