Perdí a mi tío hace unos meses. Dicen que se suicidó, preso de la locura. Pero a mí me parece que hay algo raro. Por eso estoy investigando su muerte.
Cuando entré a indagar en su casa, vi que había algunos periódicos apilados. Después de leerlos detenidamente, observé que estaban indicados con bolígrafo varios homicidios. Busqué en la pila cuál era el periódico más antiguo. En él no había ningún asesinato y lo más destacable era una noticia sobre la feria del día del libro, que coincidía con la fecha del periódico.
Me decidí a preguntar en las librerías que habían tenido sus puestos el día del libro en la Plaza Mayor. No me costó encontrar una en la que reconocieran la foto de mi tío. La dependienta me comentó que compró un libro de cubierta totalmente negra.
Inicié una incesante búsqueda de dicho libro. Estaba a punto de darme por vencido cuando escuché en la radio que había habido un nuevo suicidio. Se trataba del dueño de una pequeña librería de un pueblo cercano. Acudí a dicho establecimiento que se encontraba cerrado por la reciente pérdida.
Vuelvo ahora, al cabo de unas semanas. Es la hija la que está ahora a cargo del negocio. Le describo el libro que estoy buscando y, asombrada, me dice que es el mismo que estaba leyendo su padre antes de su muerte.
Me guía hasta el volumen y se marcha, entre lágrimas. Al abrir el libro, identifico la letra de mi tío en las primeras páginas y encuentro una en la que aparecen detalladas la dirección, la fecha y la causa de su muerte. Atónito, dejo caer el libro al suelo, que se cierra de golpe. De esta manera, se pueden leer perfectamente las letras en su cubierta color azabache: “El libro augur”.