«Querida Laura, esta es una historia como la nuestra. Te quiero, Helena», lee la dedicatoria en su cabeza, con la voz de Helena y sin necesidad de abrir la tapa gastada del libro que sujeta entre las manos. La ha leído tantas veces. Con lágrimas de emoción la primera vez, con una sonrisa enamorada las demás y, ahora, con el corazón roto. Fue el regalo que Helena le hizo por su primer aniversario: una copia de su libro favorito. Pero no una copia cualquiera. Laura recorre con dedos tristes las arrugas verticales que atraviesan el símbolo de la portada, algo que debía haber sido infinito y que el paso del tiempo ha fracturado. Acaricia el lomo abultado por los posits y las notas escondidas entre párrafos verdes y rojos. Tantas horas, tanto cariño, impregnados para siempre en páginas desgastadas por dedos reincidentes, manchadas de agua, de café y de años. Una pieza del alma de Helena, entregada a Laura por amor. Nunca un regalo había significado tanto para ella. Y ahora tiene que devolverlo. Con pasos temblorosos, se aleja de la estantería medio vacía en un viaje eterno hasta las cajas que la esperan junto a la puerta del apartamento. Solo queda una abierta, esperando la última pieza de ese museo en miniatura dedicado a su relación fallida. Son casi todas cosas sin importancia, pero Helena le ha pedido el libro expresamente, en el único mensaje que le ha enviado desde que rompieron. Laura lo coloca con el cuidado de un cirujano realizando un trasplante, entre una taza amarilla y una vieja camiseta de Iron Man. Y, sin nada más que hacer, cierra la caja para siempre. Laura ha dejado de creer en la magia y está claro que Helena ya no cree que su historia vaya a ser interminable.
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Lourdes Ureña Pérez
Nacida en Jaén, pero criada en Córdoba desde los siete años, me han apasionado…
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