El refugio en la lectura hace que mi mente esté ocupada y me evada de la realidad que tengo que vivir… sin ella.
Entro en la librería de la calle Buganbilla para comprar otro libro. El que me llevé hace dos días, lo he leído despacio y analizando cada palabra para retrasar el final. Era de amor, como le gustaban a ella.
Una nueva sección en el piso de arriba capta mi atención. Voy avanzando despacio, tocando los lomos de los libros con mi dedo índice e intentando decidirme por uno. Es muy difícil, como olvidar su cara cuando la hacía reír o su olor a lilas.
Veo un libro negro con letras doradas a un palmo de mi cabeza, me pongo de puntillas para alcanzarlo y un mareo me tira al suelo. De repente oigo una voz débil y moribunda:
—Claire, ¿dónde estás?
Miro a mi alrededor y veo que estoy en una habitación de hospital. Mi hermana enferma me llama una y otra vez desde la cama. No puedo creer lo que mis ojos ven. Me acerco y sus vidriosas pupilas gritan al verme, ya que su voz no tiene fuerzas para hacerlo. La beso en la frente y le juro que estaré junto a ella, pienso que eso era lo que debería de haber pasado en realidad antes de que muriera pero no llegué a tiempo. Veo como una de mis lágrimas cae sobre su piel e inmediatamente aparezco en el pasillo de la librería otra vez. Vuelvo a tocar el misterioso libro, pero ese extraño portal ya no está.
Volveré cada dos días y compraré otro libro de amor para que el portal se abra otra vez. Quiero volver a verla.
He tenido otra oportunidad para despedirme y sé que ha sido real, todavía tengo mis labios fríos como un carámbano.
Saludos Insurgentes.