«Barry el forajido»

Como todas las noches mi querida nieta siempre exclama:

―Abuela, ¡cuéntame el cuento de Barry el forajido!

Y entonces la magia de la narración comienza:

''El mundo siempre ha estado dividido en dos bandos: los ricos y los pobres. Desafortunadamente esas diferencias aún persisten a día de hoy. Aun así, muchas personas han luchado para cambiar ese cruel sistema, para traer el pan a las bocas hambrientas y para sanar las heridas de corazones doloridos. Varios de esos nombres han caído en las garras del olvido, pero mi abuela Clara conoció a una persona especial. Una persona cuyo nombre fue mancillado por los envidiosos y, años más tarde, borrado por los poderosos.
Una tarde Clara se alejó de las ovejas que cuidaba y se acercó al cauce de un río. Mientras bebía de sus aguas cristalinas se encontró con su imponente figura. El terror de su aldea, el ladrón de su sustento diario. Barry, el forajido. Le sorprendió ver que solo era un muchacho no más mayor que ella. Asimismo, observó detenidamente las cicatrices de su piel hasta que Barry le habló.

―¿Quieres conocer la verdad? ―le preguntó, ofreciéndole su mano.

Clara accedió. Al instante una extraña criatura formada por agua y tierra los engulló; y el viento comenzó a susurrarle toda la historia de aquel joven de mirada cristalina. Una extraña plaga asolaba aquellas tierras y Barry se encargó de purificarla, llevándose consigo a los animales y niños a terrenos más fértiles y prósperos. 

― Mi trabajo aquí ha finalizado. Tú serás quien continúe mi labor, llévate a estas criaturas a un lejano lugar donde la Podredumbre y el Hambre no les alcance''.

― ¿Consiguieron llegar, abuelita?

Como todas las noches observo mi medallón y sonrío.

― Quien sabe. Su historia aún no ha terminado.