«Cómo olvidar esa mirada»

Tuve la suerte de estar en el momento adecuado en el momento justo y en mi primera novela, la editorial decidió invitarme a la feria del libro y poder estar en su caseta para firmar unos ejemplares en la promocionar del libro.
He dormido fatal, siempre me pasa cuando tengo algún evento el día siguiente, mi cabeza empieza a imaginar mil escenarios con los que me puedo encontrar y cómo podría afrontarlos.

Esa noche no podía ser menos y decido no perder más el tiempo en la cama, me voy a la ducha, miro por la ventana y el día el gris, por un lado pienso, que mejor, que así no iría tanta gente, pero por otro lado estoy deseando ir y sentir a la gente, el ambiente de la feria del libro siempre es especial. Otros años fui de visitante y siempre veía a autores firmando, al verlos pensaba si sería posible algún día estar allí, en el otro lado. Hoy era ese día y vería la feria de forma diferente, sólo de pensarlo, se me ponían los pelos de punta.

Llegue con tiempo para darme una vuelta antes de llegar al stand. Al llegar está Amparo esperando, con su eterna e inagotable sonrisa en su cara, es un encanto. Me tiene todo preparado, mi libro en varios montones perfectamente alineados, varios bolis, una taza de té humeante y me dice, abrimos en diez minutos.

Levantar ese tablón de madera y verme sentado allí, era mucho mejor que cualquiera de mis sueños. Al poco rato, de estar sentado y sin haber dado el primer sorbo de té, viene un matrimonio con mi libro en la mano para que se lo firme. Es mi primera firma. Son muy amables y es fácil. Pasan un par de horas hasta que hago la segunda firma, un señor con su pipa, su gorra que deja ver una desaliñada melena y su gabardina.

Y después llegó ella, me quede petrificado, es la primera vez que la veía en persona. No, no es un personaje famoso, pero esa mirada ya la había visto antes, una y mil veces. No os ha pasado que muchas veces tenéis un sueño recurrente, una y otra vez, a mí me pasa desde hace mucho tiempo. Ella aparece en muchos de mis sueños, desde que era adolescente, entonces me sentía enamorado de ese rostro que no conocía, pero que me hacía sentir mariposas en el estómago y muchas cosas más. Fue llegar hasta ser obsesivo, busqué ese bello rostro de mujer cada vez que viaja en el metro, cuando salía a comprar, pero nunca lo encontré.

Allí estaba delante mía, yo sin saber que hacer ni que decir. Su mirada no se separaba de la mía, me intimidaba de tal forma que se me olvido para lo que estaba allí. Amparo me saco del trance con un codazo en el brazo y me pregunto si estaba bien. Me salió un "mejor que nunca".