—Pero, ¿se puede saber qué quiere esa niña? ¿No ve que llego tarde? Verás que me sigue hasta la madriguera...
—Pues ahí la tienes de nuevo, Conejo, lo que te decía. Es que no sé de dónde ha salido, con lo cursi que es, porque ¡¿a quién se le ocurre venir al bosque con ese vestido?! No la perdamos de vista.
...
—Oye, Conejo, me dicen que le han visto entrar en tu casa.
—¿A quién?
—Pues a la niña, ¿a quién estamos todos vigilando desde ayer?
—Perdona, es que como voy corriendo, que llego tarde...
—¡No me digas! No sé cómo no se cansas, toda la vida igual.
—Bueno, ¿que la niña está en mi casa, dices? Vamos, por aquí si que no paso, me va a oír.
Cuando llegó a su madriguera, se asomó por un hueco que hacía las veces de ventanuco y allí estaba Alicia, bebiendo de una de sus botellas.
—¿Pero qué hace? ¿Nadie le ha enseñado modales a esta niña? Aún no he podido probar el elixir que me regalaron por mi no-cumpleaños el pasado sábado, ¿y se lo está tomando? Mariana, esa descarada me va a oír.
Y así, el Conejo Blanco sacó enfurecido a Alicia, justo antes de que ésta se convirtiera en una mariposa.
—Mira, Conejo, parece que ahora le toca el turno a la Oruga Azul, porque se acaba de posar junto a ella, ¿?les ves en aquella seta gigante?
—Ay Mariana, que me parece que la cachimba no va a ser lo único que saque humo esta tarde...
El giro final es brutal!
Saludos Insurgentes