"Podrías haberte venido conmigo a aprender el oficio de albañil, no haces nada, no quieres trabajar. No sé en qué piensas... en leer libros y escribir una historieta, ni para eso sirves." Las palabras de mi padre una vez más me fracturaban la sien por dentro y me revolvían de angustia. Pero no respondí, me resignaba a escuchar avergonzado y furioso mientras mi ansiedad aumentaba. Minutos más tarde, frente a mi ordenador, me dije a mí mismo que tenía que escribir algo grandioso para el próximo concurso, para ganarlo y no quedar como un simple finalista como en los anteriores. Estuve mucho tiempo pensando y no se me ocurrían ideas. Como quien no quiere la cosa, empecé a recordar toda mi vida desde mi infancia en el colegio.
El colegio donde me llevaron mis padres era uno de los peores del mundo. Mi casa era un lugar horrible, pero era mi hogar, cada vez que iba al colegio añoraba estar en mi casa. Era como recrear "David contra Goliat". Tenía que soportar a curas inquisidores, por un lado, y por otro abusones sin escrúpulos. Todos los profesores me caían mal, excepto Don Eduardo, que era mi profesor de literatura. Con él me llevaba muy bien, yo tenía mala fama entre los sacerdotes porque hablaba mucho y era muy crítico con todo. Un día me dijo:
—David, tú no puedes venir aquí y estar todo el día diciendo que este colegio es una basura, que no tenemos ni idea, que no sabemos enseñar... Tienes que aceptar nuestra autoridad.
—No, si la autoridad la acepto y a veces la recibo incluso. Pero a ver... ¿Cuántos alumnos hay en el colegio?
—Cinco mil.
—Cinco mil... y ¿Cuántos años lleva abierto?, porque ya estaba antes de la guerra civil...
—Sí.
—Y ¿quién ha salido de este colegio que sea alguien importante?, del que podáis presumir... Yo no veo aquí ninguna foto de ningún alumno importante. Aquí no ha estudiado Lorca, ni Alberti, ni Buñuel... ¡Aquí no ha estudiado nadie!
El cura se quedó atónito y dijo:
—Hombre... alguien habrá salido...
—¡Pues eso quiero! ¡Un nombre que nos estimule, algo! Porque claro... tú entras a un colegio donde ponga "Aquí estudio Martin Scorsese", por ejemplo... y eso ya te motiva.
Entonces el profesor dijo: —Lo voy a investigar.
Y un mes después me dijo:
—¿Conoces a un torero que se llama Raúl Galindo?
—No... No es que sea muy taurino... —contesté.
—No es que sea muy famoso... pero estudio aquí.
—Pues lo veis... ¡Esto es un desastre! Deberíais de estar orgulloso de que yo haga tantas locuras porque quizás algún día podéis presumir de mí, seré un escritor de prestigio.
Cuando me hice las fotos para la orla, el fotógrafo me pidió que sonriera.
—¡Sonríe, sonríe!
Los fotógrafos siempre piden cosas así.
—¿Por qué?
—Venga sonríe.
Es ridículo, los fotógrafos siempre se empeñan...
—No veo motivo. —contesté sin cambiar el gesto.
Siempre quise decir eso, en lugar de ser amable y sonreír como un idiota.
«David contra el mundo»
500 palabras
4 minutos
15 lecturas
Reto creativo
«A vueltas con el calendario»
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Enseñar siempre con lógica y amor, no con sangrienta autoridad.
Buen relato!
Saludos Insurgentes
Feliz año y buena historia.