Los aludidos dejaron su máscara a un lado y el elenco se congregó alrededor de una mesa auxiliar detrás del escenario.
- Pensé que nunca se dormiría. Recuerdas esa vez del viaje en autobús? ¡Doce horas seguidas sin descanso!-
- Y la vez que enfermó y se pasó la noche en vela sólo observándonos?
- Así es el trabajo. Los hay peores te lo aseguro.-
Yo escuchaba estas conversaciones sin dar crédito. Pensar que tantas veces me había quedado leyendo esta y más historias sin saber que incomodaba a los personajes!
De pronto, uno de ellos me hace una seña como para que me una a la peña.
Me acerco hasta la mesa y cojo una tasa de café que resultó bastante bueno para ser parte de un cuento.
- Y tú? Vas a reemplazar a Mateo? Mala suerte la suya de que lo tirara el caballo!
- Yo...nadie me ha dicho nada todavía...
- Tranquilo, si te conoces la historia no hay mucho más. El personaje casi ni abre la boca. Es lo que pasa con todos los príncipes azules.
- Ya...si es así, trataré de estar a la altura.
Y ahí me encontraba yo, metido hasta las narices en un cuento de princesas y sapos. Todo por curiosidad. Por haber vuelto a abrir el ajado libro de cuentos que me leía mi nana cuando era pequeño.
Fui al piso para limpiarlo. Hacía semanas que lo postergaba con esa sensación de que nana todavía iba a salir a recibirme, de que iba a oler los bollos recién horneados, de que iba a recibir el abrazo apretado de su basto cuerpo.
El libro sobre la mesa del salón me llenó de recuerdos y de lágrimas. Y al final acabé absorbido de tal manera que ahora era parte de él.
Muy descriptivo.
Saludos Insurgentes