Año 2040
Uno de los cajeros de la megafarmacia pasa el último producto de la cinta transportadora.
—Con quince euros más tendría una entrada para la inauguración de la Catedral de Roche.
—Ah, pues deme dos barritas del gel estimulador para orgasmos intensos.
—Sabia decisión. En total, 360,14€. Tenga la entrada.
—¡Qué bien!
—Es un acontecimiento histórico: la primera farmacéutica que erige una catedral en el país en honor a nuestros dioses.
—Paracetamol e Ibuprofeno. ¡Alabados sean!
—Amén —dicen al unísono las decenas de clientes que esperan su turno.
Llega el día y cientos de personas acceden al lugar sagrado, mientras suenan, de fondo, cantos gregorianos. En la entrada, se administran gafas de realidad virtual y una pastilla roja a todos los asistentes. «Para potenciar el efecto», se advierte. Mientras se colocan los anteojos especiales, van tomando asiento en las confortables y acolchadas butacas con reposabrazos.
Una vez completado el aforo, se rebaja la iluminación y toma el protagonismo una música épica. Delante del altar, se abre el suelo y una plataforma eleva a un hombre con túnica dorada. Es Roland Diggelmann, el consejero delegado de Roche. Al verlo los ojos de la gente se empañan y un gemido de emoción generalizado inunda la nave central. Una ilusión de rayos multicolores cubre de falsa realidad el ábside. Cuando terminan los efectos luminiscentes una música inspiracional anuncia el principio del parlamento.
—Queridos hermanos, os doy la bienvenida al templo de Roche. Esta obra es fruto de vuestra devoción y nuestra codicia.
La pastilla roja empieza a hacer efecto y las palabras del orador suenan celestiales, carentes de ofensa y fraternales.
—En este lugar, además de adorar a vuestros dioses podréis ser asesorados para descubrir la mejor decisión. Porque recordad nuestro lema: Ningún problema es demasiado grande con el medicamente adecuado.
Has tocado un tema muy serio con una narración impecable...
Saludos Insurgentes