😙 Cuenta una historia que tenga que ver con un primer beso.
El mejor beso del mundo es el beso de “por fin sé a qué sabe tu boca”. No hay ningún beso mejor. No es fácil de encontrar aunque nunca es por sorpresa, no es de sopetón o inpesperado. Llegar a él exige mantenerse al acecho, noches en vela, estrategia y paciencia. No puede ser antes y es muy importante que no caduque, que no se transforme en un beso no dado, en un si hubiera. El beso de “por fin sé a qué sabe tu boca” está ahí y lo sabes, las dos partes lo saben. Te encuentras con el otro y la atracción casi se puede ver. Hablas, te ríes, te miras y la tensión va creciendo cada vez más. Piensas: «me está diciendo algo pero soy incapaz de concentrarme en lo que escucho». Miras sus labios y lo único que ocupa tu mente es: « ¿a qué sabrán? me muero por saberlo». Disimulas, miras a los ojos, sonríes otra vez y has perdido completamente el hilo de la conversación. El otro, está igual o peor que tú pensando: «como me siga sonriendo así no voy a poder seguir hablando porque realmente no tengo ni idea de lo que es, ni siquiera sé en qué idioma estoy hablando. ¡Por Dios que deje de sonreír así y de mirarme tan fijamente. ¿Hay, en el mundo, algo más que su boca? Silencio, encuentro de miradas y ¡por fin!: el beso perfecto, ese que cuando lo das te sirve para saber a qué sabe la boca del otro. Al descubrirlo te relajas, porque por fin ha llegado. Ese beso hace que tu cuerpo entero se descontrole y entiendes Dirty Dancing pero eso va en otro relato.