Mi cuerpo todavía tiembla al pensarlo, hoy no ha sido un día como otro cualquiera, quizás ha sido El-Gabal el que me ha bendecido con este encuentro. Un autentico dios ha venido a mi presencia, tenía el rostro mas bello que he visto nunca, su cuerpo sudoroso resplandecía con el sol de la mañana, sus músculos podían competir con el mismísimo Hércules.
“Serás el auriga que conduzca mis pasos y yo seré el efebo que te colme de placer, te convertiré en mi esposo y te colmaré de todas las riquezas que jamás hayas imaginado. Tu cuerpo musculoso será el mapa de mis batallas y tu boca será el elixir que me alimente. Solo pude arrancarte tu nombre, Hierocles, pero no cejaré hasta que te arranque el alma y seas solo mío. Seré para ti una prostituta babilónica, una furcia romana. A partir de ahora solo cumplirás mis ordenes y yo seré la esclava que bese tus pies. Nada ni nadie podrá separarnos, ni tan siquiera la insidia de mi abuela. Te mostraré al mundo como el esposo que somete a la esposa y el mundo nos adorará como a dos dioses, porque seremos el ejemplo de un amor sin barreras. Mi única orden es que me desees solo a mí y si no fuera así, ordenaré que te arranquen los ojos y el corazón y que las bestias se alimenten de tu alma.
Y si el destino no permite que seamos uno en esta vida, los dos hemos de morir y lo seremos en la otra vida.”
Pd. El diario de Heliogábalo fue destruido después de muerte, cumpliendo con el Damnatio memoriae decretado por Alejandro Severo y el Senado.