«El precio de los sueños»

"Aceptar mis pensamientos negativos", "aceptar mis pensamientos negativos" me repito una y otra vez mientras el agua de la ducha caliente estimula mis senos haciéndolos desbordar leche por todo mi cuerpo ¿Cómo puedo aceptar estar a miles de kilómetros de mi hijo cuando mi cuerpo no para de recordarme que hace apenas unos meses he sido madre? Puedo esconder la cicatriz de la cesárea bajo el bañador, maquilarme las ojeras por despertarme cada dos horas anhelando dar el pecho a un bebé que duerme lejos de mi, pero no puedo enmascarar de ninguna manera este sentimiento de culpa que me desgarra el alma, de mala madre que abandona a su hijo para cumplir su sueño. Nadie me ha preparado para esto. En unos instantes será la gran final, aún no estoy segura de cómo he llegado hasta aquí, pero aquí estoy, enfrentándome a mi misma ¿Y si no hay medalla? Puedo convencerme de que hice lo "correcto", diciéndome que serán solo un par de semanas… Pero se que será mucho más que eso, seguirán siendo días largos de entrenamientos, campeonatos, pruebas infinitas... No seré una madre presente. ¿Será mi hijo un adolescente perturbado? ¿Un psicópata como esos americanos que se lían a tiros en sus años de instituto? Este es el peor cuento de hadas que nos han contado. Hoy no vivo sometida a la merced de un hombre, vivo prisionera de un sistema patriarcal donde ser madre es incompatible con cualquier otro sueño. Después de esta final, será la última vez que me separe de mi hijo. Estoy segura de que hay una manera de ser la madre que quiero ser sin renunciar a mis sueños, a veces sólo hay que sumergirse en los rincones más profundos de nuestro ser para encontrar el camino. “A sus puestos, listas, ¡Bang!”