Bernardo mira a un lado y a otro. Se acerca a la ventanilla de cristal, pero no ve ni a nadie ni nada, así que continua repasando el temario que tiene en frente.
- Psss, psss - se vuelve a escuchar de nuevo.Bernardo extrañado intenta pegarse más al cristal y pulsando el botón que permite la comunicación con el exterior dice con confianza:
- Buenas noches ¿en qué le puedo ayudar?Silencio. Bernardo pestañea extrañado sin comprender nada.
- ¿Puedo contar con usted? - pronuncia una voz grave y ronca con algo de disfonía.- ¿Perdone? ¿Hay alguien ahí? No sé con quién hablo.
- Ni necesario es - responde la voz cortante.
- ¿Perdone? - le devuelve Bernardo agitado y molesto.
- ¿Puedo confiar en usted?
Sin nada que perder, Bernardo le sigue el juego al extraño cuya cara no ha conseguido ver - Si en temas de salud y bienestar se trata, pondré todo lo que esté en mi mano y en esta farmacia para aconsejarle. ¿Qué necesita?
- Me han robado la voz.- ¿Que se ha quedado sin voz, dice?
- No, digo - se oye un carraspeo - que me han robado la voz. Hace un par de días, en mitad del parque cuando no había nadie más que yo.
Bernardo solo puede pensar en la bruja aquella de la película de Disney y en que no sabe para qué se pone creativo si siempre se le ha dado mal improvisar. La voz continua hablando.
- Capítulo 53, sección C: Enfermedades fantásticas y cómo curarlas.
Bernardo sin saber de qué va la historia, busca entre el temario. Perplejo sigue con el dedo y lee. Diagnóstico: Voz robada. Cura: Paracetamol.
¡Gran relato, Úrsula! :-)
Me ha encantado.
Saludos Insurgentes