«Entre libros te imagino»

Como cada lunes, fui a la librería donde trabajabas. Nunca me veías escabullirme entre las estanterías. Tenía una habilidad especial para encontrar fallas en los libros que me permitieran visualizarte. Ese día no estabas en la caja, como de costumbre. Me extrañó no verte conversando con los bibliófilos.

Te busqué entre las estanterías más concurridas, hasta encontrarte en la esquina más alejada de la caja. 

El polvo de los libros me provocó un intenso picor en la nariz. Me resistí a estornudar, escuchando tus suaves palabras en una lengua que no comprendía. Incapaz de resistirme más emití un ligero “achís”, que te alertó de mi presencia. Me escondí tras la estantería, rezando por que no me hubieras visto. 

Después de unos segundos reanudaste el cántico. Pensando que el peligro había cesado, me volví a asomar. Ya no estabas. Me acerqué a la estantería a la que recitabas, buscando el libro que había llamado tanto tu atención, porque ¿qué otro motivo tendrías para estar ahí sino? 

Al ir a coger un libro bastante contundente y aparentemente aburrido, percibí la inconsistencia de la balda. Pasé la mano una y otra vez por la ilusión, hasta que me atreví a cruzar la línea de la realidad para encontrarte.

El otro lado era prado y cielo azul, árboles de colores y fuegos azules. Me pellizque una vez antes de llegar a la conclusión de que me había vuelto loca. Sonreí ante está certeza, pues que mejor que disfrutar la locura en tu busca. Estabas cerca. Me mirabas con esos ojos de oro y ¿cabello de fuego?

"¿Qué haces aquí?", me preguntaste. No te supe responder.

Te frotaste la cara con las manos. Entre tanto intenté tocarte la cabeza. ¿Quemaría?

Note tu mano en mi brazo, transportándome a otro lugar.

"Vamos a cerrar.", me advertiste.