Junio, 2001
“Farmacia Varadero”, así se llamaba la farmacia de Augusto y Gladys, el tándem perfecto. Augusto, un hombre que con mirar a la gente a los ojos cuando atravesaban el umbral, ya intuía los males que padecían. Si alguna dolencia se le resistía, les hacía pasar a la rebotica.
-Siéntese, apoye la barbilla aquí mientras observo su iris. -Al principio, la iridología le había parecido pura charlatanería. Sin embargo, después de años de estudio, se había convertido en un experto. Para los habitantes del pueblo, renuentes al principio, el diagnóstico de don Augusto era más poderoso que el de don Paco, el médico.
Aunque él se había ganado el respeto de todos, era en realidad Gladys, la que realmente atraía a la gente. Con solo mirarte era capaz de verte el alma. Había nacido con ese don, un don del que renegó hasta su muerte desde el mismo día en el que vio lo que no quería ver.
- ¿Por qué estás haciendo las maletas? -Augusto había formulado tembloroso esa pregunta hacía 30 años.
-Nos mudamos a España con el bebé.
-Me estás asustando. ¿Esas lágrimas? ¿Qué has visto, Gladys? Dímelo.
Su hija y su yerno murieron dos días después y ellos con su nieta cambiaron la playa de Varadero por los Picos de Europa. Nunca volvieron a Cuba y dos años después Rosa, su nieta, descubrió que ella había heredado el mismo don.
Nunca se lo dijo a nadie, pero Rosa sabía que moriría el 30 de marzo del año 2020. Lo haría sola en un hospital. Había visto a su abuela llorando abrazada a su abuelo, sin entender por qué no podían estar ella. Había visto el dolor de su abuela y su muerte dos meses después. Moriría de pena, ella y millones más...
Me ha gustado, enhorabuena
Saludos Insurgentes