«Infierno en Siria»

Caminaba sin rumbo entre escombros y cadáveres, mientras fumaba. De repente apareció un hombre. Portaba una metralleta, tenía una larga barba negra y sus ojos reflejaban odio.
Ella se sobresaltó y no le dio tiempo a reaccionar. Prácticamente lo tenía al lado, dobló una esquina y se lo encontró de golpe.
Intentó aparentar normalidad y siguió caminando hacia delante, acelerando el paso mientras seguía fumando.
El individuo se aproximó hacia la chica y gritó:

—¡Tú, no puedes ir por ahí sin burka y fumando! —le dijo mientras se fijaba en la cruz de su colgante.

—Déjame en paz.

—¡Cogedla, es una maldita infiel!

Un montón de hombres se abalanzaron sobre ella. Le arrancaron la cruz de un tirón y acto seguido le arrancaron su larga y negra melena a tiras. Lo gritos de dolor retumbaban con fuerza por toda la calle devastada mientras la sangre brotaba de su cabeza inundándole el rostro.
Después la hicieron prisionera y emprendieron un largo viaje. Por la noche, mientras ella descansaba, uno de los hombres se le acercó y ella rápidamente alcanzó una de la armas que había en el suelo y lo amenazó. Entonces el tipo se sacó un crucifijo de debajo de sus ropajes y le dijo que la ayudaría a escapar. Aprovechando que los yihadistas estaban dormidos escaparon.

Después de vagar por los montes, evitando encontrarse con yihadistas u otro tipo de amenazas, acabó topándose con el ejército del gobierno sirio, entonces decidió alistarse para así sentirse algo más segura y conseguir algo de dinero y comida. Trabajó como administrativa controlando a los civiles que pasaban por la frontera, renovando documentos de identidad e inspeccionando los coches que entraban y salían por si llevaban alguna bomba.
Más tarde después de muchos trámites consiguió una plaza para viajar a España como refugiada.