Daisyza, mi país, había vivido en lucha constante. Primero con los celnianos, luego las guerras del mar y, ahora, la rebelión de las castas. La población se había dividido entre los cori, quienes eran las clases privilegiadas, y los rodi, las clases menos privilegiadas. Los cori nos trataban como esclavos, si era una rodi. Y la rebelión giraba en torno a mí, yo había comenzado esto. No quise causar una guerra, no me di cuenta de lo que hice hasta que el dibujo, la marca de nuestra rebelión, fue expuesto con mi firma debajo. Una flamante mariposa Ithstharga conocidas como uno de los pocos animales no gregarios que carecen de familias o comunas, un símbolo prohibido porque alentaba esto: una rebelión. Ahora en aquella sala me habían hecho la pregunta más importante, la que decidiría nuestro destino. Y yo tenía la respuesta
- Guerra. Vamos a la guerra - sabiendo que con esa respuesta sentenciaba a muchas personas a morir.Pero también conocía un hecho, tenemos que hacer valer nuestros derechos. No somos rodi, somos personas y queremos una sola cosa, la libertad. Y yo sería esa espada que clamaría por nuestros derechos.