«Marcado para siempre»
Lo sufrí.
Lo viví con un dolor que jamás se había colado por mi cuerpo, que ensanchó todas mis venas y lo hizo estallar sin remedio.
Hablo del corazón, de cómo un órgano tan vital puede dejar de serlo solo por amor. Pierde su poderío si alguien consigue adentrarse en él para herirlo. Porque se adolece aunque no lo toquen con los dedos, aunque solo sea un te quiero a destiempo el que llegue a sus oídos y lo haga empequeñecer. La grietas premonitorias antes de la ruptura final escuecen, claro que lo hacen, pero tiendes a colocar parches que las oculten y que adormezcan un poco su resquemor. De nada sirve. Nada sirve cuando el amor ya no lo hace.
Y, entonces, sucede. Se rompe. Y no lo hace por los aires, que es lo peor. Es una ruptura progresiva y, por tanto, el sufrimiento se alarga con ella. No duermes. No comes. No sonríes. Dejas de ser tú para convertirte en una bola de recuerdos que intensifican aún más el dolor. Te anclas al pasado, lo desgastas como si el tiempo no lo fuera a hacer lo suficiente. Y el futuro es una auténtica agonía porque no tiene sentido desde la perspectiva de lo que íbamos a ser.
Y cuando sucedió lo contrario, no lo sentí. No en el momento, quiero decir. Porque no hay un instante claro en el que sientas que todas las piezas vuelven a su lugar y que los añicos dejan de ser punzantes para redondear sus esquinas y no hacerte sufrir más. Los añicos nunca dejan de serlo; no desaparecen. Te acostumbras a ellos: a la desconfianza, a la inseguridad, al miedo de que no sea la última vez de dolor... Pero, la realidad, es que se quedan contigo como el único recuerdo permanente de lo que fue y no será jamás. Y te prometo que dejará de doler, lo hará, pero no le puedes arrancar esa cicatriz a tu corazón. Los añicos lo conformarán para siempre, y eso le da mucho mérito a sus latidos.
No lo sé. Quizá el hecho de que haya un momento evidente en el que todo estalló y no uno en el que se va el dolor responda a por qué siempre seguimos algo anclados al sufrimiento. Porque cuando sucedió, ese preciso instante, lo vas a recordar toda la vida.
Sobre todo, lo hará él: tu corazón.
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Buenos Versos!
Saludos Insurgentes
La lectura rápida y de comprensión es una habilidad que puede desarrollarse, y con la abundancia de información en internet, la cantidad de textos e imágenes que, por lo menos en mi caso y por mi profesión y como escritor debo revisar, es un recurso invaluable que me permite brincar rápidamente por los textos sin tener que detenerme demasiado, a menos que sea muy necesario o algo en particular merezca un análisis en detalle.
Dicho lo anterior para cubrir el tiempo que pueden estar esperando, paso a votar. Diciendo que, a ojo de pájaro el texto, aun con sus aciertos, erró en la instrucción básica: ser un poema. Ni siquiera califica como prosa poética. Es solo un relato reflexivo. Valioso, pero contrario a la expectativa del reto.