«Mariposas en el estómago»

Mi vida está llena de primeros besos. El que me dió mi madre cuando nací, aquel que le robé a mi vecino Santi cuando tenía cinco años, o el que fue el primero de mi adolescencia y que no me gustó nada porque  los labios no eran los que yo soñaba y eso lo hizo feo y soso , así es que no hubo mariposas en el estómago, solo ganas de vomitar y salir corriendo.Después hubieron preciosos primeros besos en mi juventud y entonces no sé que animalillos se metían en mis tripas o en mis entrañas, pero seguro que batían sus alas dentro de mí...¿ O serían las hormonas las que me hacían desear que ese  movimiento interior no acabase nunca? Algunos fueron interminables, otros llenos de promesas, también los hubo que me dejaron con las ganas de más y algunos que deseé no haber dado nunca.Después vino aquel  el primer beso, sereno, dulce, lento, lleno de amor y de deseo, aquel que nada más sentir en mis labios, supe que era El Beso. Y entonces, ya no quise seguir probando, quería esa boca para siempre y la quería solo para mí, en mi espalda, en mi cuello, en mi sexo, en toda mi piel, y creí que nunca sentiría tanto amor cómo con esos besos, pero que equivocada estaba. Tuvo que llegar ese ser diminuto al que yo enseñé a besar besándolo, aquel que me dió su primer beso lleno de vida y humedad pegajosa, lleno de amor incondicional, irrepetible e inigualable, el mejor primer beso de mi vida. Y ahora, cada día nada más despertar, tengo un primer beso y siento mariposas en el alma, porque sé que serán esos labios, aunque busquen otras bocas, los que me hagan sentir feliz el resto de primeros besos de mi vida.