Nos conocimos en Rio, hace ya cinco años, nos unió nuestro amor por un deporte que es nuestra vida y nuestra pasión. En aquella ocasión nuestros dos países no llegaron a enfrentarse, el tuyo fue eliminado antes de las semifinales y yo logré llegar a la final con el mío, aunque me tuve que conformar con la medalla de plata. Pero no me importó, me llevé el mejor premio que se puede llevar alguien, conocer a la persona con la que quería pasar el resto de mi vida. No fue nada fácil al principio, luchamos contra todo y contra todos para poder estar juntos, sabíamos que, en nuestro entorno deportivo, nadie comprendería nuestro amor. Pero conseguí convencer al equipo en el que jugaba, para que te fichara, no me fue difícil, eres uno de los mejores jugadores de tu país y hasta incluso me le agradecieron, aquel año ganamos juntos nuestra primera liga y las cuatro siguientes. Todo el mundo destacaba nuestra complicidad en la cancha, aunque muy pocos sabían la verdadera razón de aquella compenetración.
—“La pareja perfecta” —Decían.
Y lo éramos, por supuesto, en la cancha, en casa y en la cama.
Si, han pasado cinco años, y aquí estamos de nuevo, con nuestros respectivos países en unas nuevas olimpiadas. Estamos a punto de enfrentarnos en la final, hoy somos rivales, pero poco nos importa quien gane, porque sabemos que hace tiempo que ganó el amor.