Quedaron a las doce del mediodía para beber y calentar la garganta, aunque el partido no empezaba hasta las cuatro de la tarde. Poco a poco fueron llegando los integrantes del grupo, casi todos pidieron cerveza, menos Luis, que tenía una resaca terrible y optó por seguir con destilados como la noche anterior.
Encendieron bengalas, cantaron himnos del equipo y canciones de las hinchadas sorprendiendo a los vecinos que paseaban con sus hijos. Obviaron la comida debido a su escaso presupuesto, que prefirieron seguir gastando en cerveza.
De camino al estadio para ver a su equipo, Luis, que ya iba bastante perjudicado, derramó el contenido de su vaso por el suelo y le echó la culpa a Sergio diciendo que se había puesto en su camino y había entorpecido su paso. Unas bicis de alquiler del ayuntamiento que había en las inmediaciones del estadio se llevaron la peor parte pues Luis descargó su furia ebria contra ellas a patadas. De repente, de entre la muchedumbre, sonó una voz grave:
—¡Eh, tú! ¿Qué haces con las bicis? — Dijo un policía mientras se colocaba bien la gorra.
—Nada, nada, señor agente. — sollozó Luis.
—¿Cómo que nada? Mira, has roto el freno de esta bici…documentación, por favor— Dijo el agente de policía mientras sacaba un bloc de multas de color rosa.
Le tomó los datos, le entregó una copia de la multa por vandalismo a Luis y se marchó diciéndole a su compañero:
—Normalmente los altercados se producen después del partido y no antes…—