«No es un día cualquiera.»

Hoy no es cualquier día. Álex está a punto de parir. Estamos ya fuera de fechas así que en cualquier momento puede llegar al mundo Lucrecia.

No puedo evitar mirar la pantalla del móvil cada rato. Llamo a un número gratuito para ver si hay señal. Oigo los pitidos sonar. Cuelgo rápido, no vaya a ser que justo llame.

Llevo retraso con los informes. No logro concentrarme. Las expectativas cruzan en rojo por el paso de cebra de mis pensamientos. No puedo parar de imaginar.

—¡Philip, a mi despacho! —grita mi jefe.

Todo la oficina me mira. El tono de enfado es más que evidente.

Entro a su despacho. Las vistas son impresionantes. Desde el piso noventa y tres de la torre sur del World Trade Center se ve donde acaba Manhattan.

—Siéntese por favor.

Tal y como sospechaba luce cara de pocos amigos. Empieza a decirme algo sobre mi productividad. Algo sobre mi actitud en la oficina. Un zumbido suena, acercándose.

Quito la mirada de mi jefe. Suena cerca. Hace mucho ruido. Un impacto contra la torre norte crea un estruendo y hace temblar las vidrieras. Algo se ha estrellado creando una inmensa bola de fuego.

«No... hoy no...» pienso mientras trato de bajar por el ascensor, que se encuentra bloqueado.

Las alarmas suenan.

La gente grita y se agolpa en los pasillos.

Algunos, comenzamos a bajar por las escaleras.

Marco el número de Álex.

Quiero decirle que estoy bien. Que voy para allá.

No lo coge.

Sigo bajando.

Voy por el piso sesenta.

Esto parece que no se acaba nunca.

Vuelvo a llamar.

Otra explosión.

La gente grita.

No lo coge.

Noto mi corazón bombeando.

Intento ir más deprisa.

Estoy exhausto.

Vuelvo a llamar.



Cuando Álex contestó, el teléfono estaba abierto en el suelo y sin nadie al habla.