Olor a tomillo y romero recién cortado, a limón fresco.
Me encantaban aquellas tardes en las que, en el patio de casa de mis abuelos, arreglábamos las aceitunas. Cientos y cientos de olivas en aquellos barreños gigantes donde mezclábamos los ingredientes y donde nuestras manos se entremezclaban también para darle bamboleo a todos los ingredientes.
Las tardes de primavera en el patio disfrutando de las flores y del columpio gris. Las noches de verano cenando montados de lomo cuando todos íbamos de visita y una tentempié improvisado se convertía en el mejor de los banquetes con la mejor de las compañías, la familia, bajo un manto estrellado que hacía de aquellos momentos únicos e imborrables.
El olor a albaricoques, a higos y ciruelas recién cogidos y los sabores frescos que nos hacían disfrutar de aquellos frutos que cada uno de nuestros árboles nos daban como el mayor de los tesoros.
El sentimiento de felicidad absoluta al compartir con ellos las mejores de las tardes, las risas más sinceras y los abrazos más profundos.
Sus miradas, sus arrugas, sus manos, sus ovillos de hilo y lana y sus agujas que hacían las mantas y patucos más bonitos del mundo, sus gustos y sus manías.
Nunca olvidaré aquellos momentos junto a ellos, aquellas sensaciones, aquellos sentimientos que jamás he vuelto a sentir.
Sin embargo, ahora, tantos años después, todos esos recuerdos los tengo más presentes que nunca, los siento como nunca antes lo había hecho. Sé que pronto volveré a revivirlos; es por ello que no temo a la muerte, sé que ella me llevará de nuevo a su lado y yo los he echado tanto de menos.
Llevo tiempo luchando contra algo que invade, poco a poco, mi cuerpo y fue hace unas semanas cuando supe que, tras ganar muchas batallas, había perdido la guerra. Ahora solo puedo esperar, aprender a decir adiós y viajar hasta las nubes donde, sé, ellos me estarán esperando.
Nuevas y desconocidas sensaciones me invaden.
Siento que tres personas se acercan por detrás, me giro, están ahí, esperándome con los brazos abiertos. Por fin puedo fundirme con ellos en ese abrazo infinitivo que tanto anhelaba.
El olor a tomillo y romero recién cortado, a limón fresco; el olor a familia, a felicidad, vuelve a mí para envolverme pero ese sentimiento tan solo durará unos segundos.
̶ Te hemos echado tanto de menos, teníamos tantas ganas de verte que la dicha que ahora sentimos invade ahora nuestros corazones pero no podemos permitir que te quedes. Debes volver y seguir luchando para estar al lado de nuestra familia. Nosotros tendremos tiempo de disfrutarte en la eternidad pero aún no ha llegado ese momento. Regresa y aférrate a la vida, no olvides que te queremos y te daremos fuerzas para conseguirlo. ̶ Me dijo ella mientras los tres se separaban de mí invitándome a volver.
Después de unos segundos mis ojos volvieron a abrirse y aquel olor a tomillo y romero, a limón fresco, invadió de nuevo mi cuerpo.
Maravilloso relato Patri!
Enhorabuena!
Saludos Insurgentes