«Radiografía de un corazón»

A los veinte días de la concepción, empezó a latir nuestro minúsculo corazón de embrión humano, que no parará de latir hasta el mismo día de nuestra muerte. 
Corazón no está solo porque le acompañan Cerebro y Alma. El triángulo de la vida, de la razón y del sentir.

Ese corazón diminuto, que late mucho más rápido que el de un adulto, seguramente sabrá lo que es el amor y el desamor. Lo que es que no quepa en sí por la dicha de ser correspondido, o que le rompan porque ya no le quieren. E incluso el dolor de tener que tomar la decisión, aquí Cerebro forma una parte de vital importancia, de dejar al corazón de la otra persona, hecho una piltrafa...

Hay veces, que por más que Corazón quiera amar, no es suficiente. Cuando el amor es tóxico, Alma se envenena, Corazón llora y Cerebro sufre.
Cerebro grita, avisa, sermonea, psicoanaliza y parece que vaya a explotar. Duele la cabeza.
Alma se abotarga, palidece y languidece, debilitando al ser que la cobija. Se siente el frío del vacío.
Corazón grita, llora, sufre, sin entender qué está pasando. Se resiste a escuchar a Cerebro. Duele el pecho.
Hay que saber amar, hay que saber soltar lastre, dejar ir.

A veces, hay que hacerlo rápido, y por supuesto que dolerá. Quizás no haya ni anestesia. Pero pasará. Todo pasa.
No es mejor intentar arreglar algo que está roto una y mil veces. Los añicos de ese amor son tan pequeños, que prácticamente es polvo molido. Ya no hay llama, solo ceniza.

Como todos, supongo, he sido dejada y he dejado. Que te dejen, es un palo enorme. Pero enfrentarte al dilema de dejar a esa persona a la que aún quieres, porque el amor no desaparece de la noche a la mañana, también lo es. Pero ves que la vida en común no va a resultar como la que habías imaginado. Y es que el amor no es tan bueno como suele creerse. El amor, al principio, es como una droga que no te deja ver lo malo (o no tan bueno) de la otra persona. Euforia es lo que sientes. Sobretodo cuando has salido de otra relación y creías que nunca más podrías amar a alguien.

El amor de pareja está demasiado encumbrado.
Nadie suele continuar la historia después de la manida frase de los cuentos: "Y fueron felices y comieron perdices".

Como broche final diré que, para amar, primero hay que quererse a uno mismo.