La ciudad era un lugar sucio y oscuro, y las ratas parecían estar en todas partes. A veces, incluso salían de los desagües y los callejones para merodear por las calles principales.
Era una tarde lluviosa, Charles, un hombre sin hogar, con pocos recursos y aún menos esperanza paseaba sin un rumbo fijo, lo único que tenía claro es que le apetecía una cerveza.
Mientras caminaba, vio una rata corriendo a toda prisa hacia un callejón oscuro.
Le pareció buena idea seguirla, encontró un pequeño grupo de roedores hurgando en la basura.
Se sentó en un cajón de madera viejo para contemplar el espectáculo durante unos minutos.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que había algo diferente en una de ellas. Tenía un pequeño trozo de papel enrollado en su boca.
Al día siguiente, volvió al lugar y encontró a la misma rata, con otra hoja en la boca.
Esta vez, Charles fue más rápido y logró quitarle el papel. Era una nota escrita a mano por una persona.
<<Queridas, que nada os impida culminar la misión, no puede pasar más tiempo. Aquí teneis las coordenadas>>
Charles giró despacio al escuchar los ruidos tras de sí, era imposible contar el número de ratas que debía haber en ese momento impidiendo que pudiera salir, volvió la vista en la otra dirección buscando alguna vía de escape.
Supo entonces que aquel era un callejón sin salida.
Las ratas al poder!
Saludos Insurgentes