Pepa Hernández

«Recuerdo, luego existió»

378 palabras
3 minutos
15 lecturas
Juega con el tiempo y con la realidad al más puro estilo borgiano

Un frío día de enero de 1943

Recuerdo, luego existió, o tal vez es mi imaginación impregnada de una mentira que yo misma me he creído a lo largo de toda mi vida. Sí, ese sueño que se repite cada noche donde yo sucumbo a sus encantos en aquella cama de la lúgubre fonda cerca del puerto de Stalingrado.

Nunca estuve allí, pero mi imaginación me ha llevado tantas veces que no puedo dudar de su existencia. En este mundo tal vez no, pero en otro paralelo…

Al despertar,  sudada, con las pulsaciones desbocadas, miro a mi lado y descubro la huella de su cuerpo en el viejo colchón de lana. Su fragancia impregna todavía mi cuerpo.  Dulce a la vez amarga, masculina, invade aquel cuarto, mi dormitorio. 

Lo recordaba. ¿Cómo poder recordar algo que no existió?

Lo recuerdo, con sus ojos profundos y la mirada taciturna, con su sonrisa fría, ausenta. Recuerdo perfectamente su voz pausada, pero algo rasgada susurrándome: no te vayas. Lo recuerdo, lo recuerdo tendido en aquella cama, con su torso desnudo cubierto por aquella vieja manta de lana mientras me vestía mirando a través de aquellos empañados cristales. Recuerdo aquella habitación con el ventanuco de madera arañada por  el indestructible efecto del agua y el frío. Recuerdo aquel invierno como si fuera hoy. Las luces del puerto se reflejaban en las aplacadas agua del río Volga, el vapor de las calderas  enturbiaban el oscuro cielo, el sonido de los barcos se oía estremecedor  en el silencio de la noche. 

Lo recuerdo.

Sí, puedo verlo, existe. No tengo la menor duda.  

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿De qué manera? El tiempo se reduce a eso. De día, su vida escrita  en la pantalla del mi ordenador. De noche, junto a él, compartiendo lecho, compartiendo el miedo de la Guerra.

Cada noche cerraba los ojos para volver a verlo, para encontrarme con él en una cita prohibida. Noche tras noche, aquella mentira se convirtió en mi realidad. Sus manos frías pero fuertes, sus ojos grises con un halo de tristeza, sus gruesos labios dejando su rastro sobre mi abdomen. El dentro de mí, de mi cuerpo, de mi cabeza hasta el día D. 

Las bombas, los tanques, las sirenas, el fuego, el polvo. El murió y yo con él.
Pepa Hernández
Aparejador de ladrillos que construyen vidas, he conseguido el sueño de escribir mi primer libro:…
Miembro desde hace 2 años.
34 historias publicadas.

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Celia García Mendieta
21 jun, 19:34 h
Ooh qué bonito Pepa🤗
Pepa Hernández
23 jun, 09:07 h
Muchas gracias por comentar-
Saludos
elinsurgentecalleja
25 jun, 18:28 h
Preciosa historia llena de amor y nostalgia, con la metáfora de la guerra como protagonista.
Me ha encantado compañera!
Saludos Insurgentes
Pepa Hernández
27 jun, 08:56 h
Muchas gracias insurgente. Habrá que ponerse las pilas otra vez
Saludos
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