Querido diario, desconozco los días que llevo en esta torre. De hecho, no sé si han pasado meses o años. He perdido la noción del tiempo.
Dejaron varios libros en un estante junto a la ventana, desde donde veo las tierras de Tordesillas, radiantes bajo la luz del sol. En el estante encontré varios libros, uno de ellos sin tinta en sus páginas. Y puesto que mi tiempo libre se reduce a caminar como prisionera en una celda, relataré todo aquello que acontezca en mi prisión.
Hoy el día ha amanecido radiante. Si estuviera en palacio saldría a caminar junto a mis doncellas a los palacios reales. Visitaría a mi hijo Carlos a los establos y tomaría el té con la duquesa de Tordesillas.
Pero según la gente que me rodea, incluido mi propio hijo, estoy mentalmente incapacitada para gobernar. Pero sé que eso no es así y eso no es lo que les preocupa. Me temen, temen que una mujer de mi índole gobierne y me alce con el poder. Y por eso han decidido encerrarme.
Supongo que si este diario nunca sale a la luz, será porque aquellos que me encerraron siempre supieron que no estaba loca.
Juana