«Simul, soror mea.»

-¡Despierta, Brisa! ¡Mamá nos ha traído algo especial! -gritó Lluvia con ilusión mientras zarandeaba a su hermana mayor.Las niñas salieron de la cabaña para recibir a su madre, quien cargaba un ciervo sobre su hombro. Con las manos llenas de sangre, lo colocó cuidadosamente en la hierba e incitó a sus hijas a acercarse. Lluvia se arrodilló junto a la mujer. Ésta situó la delicada mano de la niña sobre el vientre del venado. Al rozar la piel del animal con sus dedos, la sangre brotó descontroladamente, dejando expuestas las entrañas de lo que una vez fue un majestuoso ciervo.-¿Has visto, Brisa? Este es el poder de supermamá. -Brisa, quien antes consideraba este acto especial y mágico, ahora lo percibía siniestro. Un escalofrío le recorrió la espalda. Mamá la miró con indiferencia, se acercó a ella y la estrechó entre sus fríos y rígidos brazos.Ante la reticencia de la mayor, comenzaron el festín. En ese momento, apareció un leñador a través de la espesura del bosque. Contemplaba la escena con espanto cuando mamá emergió detrás suyo, arrebatándole el hacha de las manos. El hombre cayó al suelo. El cuerpo, por un lado; la cabeza, por otro.-Mamá dice que unos hombres malos vendrán a hacernos daño. Si vamos con ella al interior del bosque, nos dará poderes y podremos estar juntas para siempre -comenta Lluvia.Brisa presintió las intenciones de mamá. Intentó huir pero, al girarse, un fuerte dolor en el pecho la detuvo. Ahí es cuando vio a Lluvia, que con el hacha entre sus manos y una sonrisa en la cara dijo-: Ahora estaremos juntas por siempre.Y una suave brisa alzó a Lluvia. Mientras, ese ser al que llamaban “mamá” la abrazaba fuertemente hasta que un sonoro crujido retumbó en la quietud del bosque.