Llevaba semanas sin escribir, simplemente no era capaz de encontrar un lapicero entre los escombros. Simplemente. Lo simple. ¿?
No queda nada, no queda nadie, los cimientos son polvo, todo se reduce a escombros y un lapicero. Queda la flor, frágil y delicada, asomando entre las grietas, alzándose entre las ruinas.
También yo sigo viva, ni siquiera sé cómo he sobrevivido, pero estoy aquí entre las ruinas, como la flor.
Ojalá fuera esa flor.
Estoy divagando, tal vez porque al sentarme en el que fue nuestro dormitorio, he sentido que esa persona que protagoniza mis recuerdos ya no soy yo. Pero tú sigues siendo tú, ya no estás, pero eres y yo estoy, pero no soy.
La guerra no me ha dejado nada aquí, me marcho. Me llevo el diario y el lapicero, para reencontrarme, para recordarte y para dibujar un nuevo yo. Te dejo cuidando de la tierra en la que construimos nuestra casa, volveré cuando florezca, cuida de la flor.