«Sola bajo las bombas»

El estruendo era abrumador y la tierra temblaba bajo mis pies como respuesta a ese violento ataque que nos tenía recluidos en una pequeña cueva. Acinados, temblorosos, expectantes.
Yo apretaba con fuerza los puños, los ojos y los dientes pidiendo que aquel horrible ruido que salpicaba el mundo tras de mí terminase. ¿Y mis padres? 
Había podido ver lo que esas bombas le hacían a mi pequeño pueblo mientras huía de la mano de un soldado que me encontró gritando junto a un cadáver. Un señor sepultado que segundos antes me preguntaba algo que ahora no podía recordar.
Hacía unos días habían llamado a mi padre por algún "asunto oficial" y hacía apenas unas horas, también mi madre había tenido que marcharse, pero ¿es porque sabían lo del ataque y les había entrado miedo? ¿Huyeron sin mí?
A mi alrededor podía distinguir los temblores y respiraciones de otras personas, pero saber que no estaba sola no me reconfortaba. Tenía tanto miedo...
No me había dado cuenta de que hacía rato que las bombas habían cesado y una mujer gritaba mi nombre desde la entrada: "¡Martina! ¿Estás ahí hija mía?". Conocía esa voz; era mi madre. Eché a correr hacia ella llorando. 
Conmigo en brazos mi madre hablaba con gran autoridad a los soldados, que salieron con cuidado tras nosotras, junto al resto de personas. Minutos después nos reunimos con mi padre, pero estaba diferente. Tenía una expresión rara en los ojos. 
Me besó de soslayo, luego se acercó con firmeza a las tropas para distribuirlos bajo esos pozos tan extraños. Tenía techo y estaban más hundidos que el suelo. En la parte opuesta a la entrada disponían de ventanas muy estrechas y alargadas. Todo el mundo se preparaba ocupando esos espacios y mi madre se acurrucaba conmigo junto a ellos. Eso no había terminado.