Hacía más de cien años que había perecido en la horca, pero seguía igual de joven y malvado.
Aquel hijo de inmigrantes irlandeses en el Nueva York de mediados del siglo XIX, alegre y bonachón, se había convertido en uno de los gangster más temidos de las calles neoyorquinas.
Ahora era conocido como Jack Coleman, alias "El Sucio" y el barrio de "Five Points" era el epicentro de su actividad delictiva.
Nadie se atrevía a rebatir sus órdenes y el que mostraba tal osadía no escapaba de las garras de la muerte.
A Nueva York no paraban de llegar familias enteras de irlandeses debido a la hambruna de la isla y rápidamente Jack se hizo con el control de sus vidas.
Tras veinte años liderando la banda más poderosa (demasiados para la convulsa vida delictiva de un gangster), quiso apartarse de ese mundo, pero ya era demasiado tarde, era un alma errante y asesina.
Siempre le gustó el mar y se retiró con su hermosa mujer a Long Island, pero como el zorro pierde el rabo, pero no las costumbres, su pasado de asesino, dejaría sin vida a su esposa de una paliza, por un arrebato de celos.
Detenido por las autoridades, murió en la horca en 1912.
Reencarnado en un marinero de la época sigue surcando los mares a su antojo.
Siempre fue un pirata rebelde y sin causa, solo le interesaban los tesoros y hacer el mal allá por donde iba, era y es como el caballo de Atila, donde pisa no crece la hierba.
Su gran desazón era una fuerte cojera que limitaba sus acciones.
Un ladrón desmesurado como los buitres carroñeros de la actualidad.
Su barco es su destino y nada escapa a la realidad del pirata fantasmal.
Más de cien años después, sobrevive.
Por suerte nuestro protagonista se ha vuelto a reencarnar; ahora es un ser humano afable y bonachón, como aquel chaval irlandés, antes de ser un temido gangster fantasmal.
Ahora, ocupa el alma de un activista de Greenpeace, que se dedicaba a salvar los océanos, tan castigados por la contaminación.
Su cometido es mantener a raya a los que contaminan y quién cruza la línea, se las tiene que ver con su poderío.
Pero ya no es derramando sangre —corre el siglo XXI y Jack ahora es un ser humano ejemplar—, simplemente se limita a labores de observación y cuando ve alguna anomalía, avisa a las autoridades pertinentes.
Pero este, no es su final, ni mucho menos; quién sabe cuál será el próximo alma a ocupar... mientras tanto, surcando los mares seguirá.
«Surcando los mares»
429 palabras
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Buena historia compañero. Saludos.