«Últimas Navidades»

Frente al espejo, abrocha con cuidado el último botón de su impoluta camisa blanca y trata de colocar en su arrugado cuello su mítica pajarita roja; una vez engalanado, quita las arrugas de su traje, y se apoya en su fiel bastón para bajar las eternas escaleras.

Mientras las agujas del reloj se mueven lentamente, el anciano reproduce en su mente los momentos vividos en la sala; aquel siempre fue un cuarto repleto de risas y música, estar en él, era predecir una velada maravillosa... O, al menos, eso pensaba él.

- "Papá, no podremos ir..." -Le comentó por mensaje su hijo.- "Luego iremos y le das el regalo a los niños, sé que lo entenderás..."

Al escuchar el audio de su descendiente, no pudo contener una lágrima furtiva que se empeñó en recorrer su mejilla, y, tras ella, cayeron muchas más... Entre sollozos se plantó frente al retrato de su mujer, Margarita; aquellas eran las primeras Navidades que pasaba sin su presencia, y, en ese momento, su único hijo también lo había abandonado.

Asomó la cabeza por la ventana, y sus cansados ojos se posaron en un hombre de edad pareja a la suya, besaba a sus nietos con alegría, y sus hijos le daban grandes abrazos; no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa, imaginando que, ese hombre tan pleno, podría ser él en aquellos momentos.

Se sentó en su viejo sillón con el retrato de su esposa entre las manos, y súbitamente, un agudo dolor se instaló en su pecho, haciendo caer el cuadro; el hombre se retorcía de dolor, hasta que, tras un suspiro, quedó inconsciente.

Las sirenas de las ambulancias se mezclaron con la melodía de los alegres villancicos, cada vez se escuchaban más cerca; pero, cuando llegaron, el anciano de cabello nevado, se había marchado en busca de su esposa.