Aquella fue su última Nochebuena. Le encontraron, la mañana de Navidad, sentado en un sofá, junto a la chimenea. En su mano sostenía un par de cartas que debía haber escrito esa misma noche. Una para cada uno de sus hijos. En ellas, se regocijaba de haber visto crecer a dos personas, tan maravillosas y llenas de bondad, como ellos. También les agradecía los cuidados que le habían prestado hasta el final de su vida y les pedía que no estuvieran tristes por él. Finalmente, les solicitó que no tratasen de indagar en la causa de su muerte, porque el momento estaba definido desde hacía mucho tiempo. Se había prometido a sí mismo que, en el momento que no pudiera disfrutar de la compañía de su familia, en esas fiestas tan señaladas, su vida carecería de todo sentido.
Llegados a este punto de la carta, sus hijos alzaron la vista y se miraron el uno al otro durante unos segundos. El tiempo justo para que los dos rompieran a llorar, amargamente, por haber dejado solo a su padre esa Nochebuena.
En las cartas, hacía referencia también a unos libros, guardados bajo llave, escritos para ellos dos. Unos días después del entierro, pasaron a recogerlos para leerlos. Descubrieron, en sus páginas, algo similar a una biografía que se adentraba en el futuro de sus vidas. ¿Cómo era posible que su padre hubiera estado escribiendo sobre ellos sin haberse dado cuenta? ¿Podía ver el futuro o, simplemente, plasmaba en aquellas hojas sus últimas voluntades? Lo único cierto es que, aquellos libros, marcaron un antes y un después en el devenir de sus vidas.
Me ha encantado, enhorabuena.
Saludos Insurgentes