«Un apresurado encargo»

«El hombre del que hablo llegará a su casa de madrugada. Dispone de una noche entera para plasmar en uno de sus famosos retratos a lápiz, se te recompensará con generosidad.
Un afectuoso saludo.
J. Lacroix»

De esa manera terminaba la carta que un caballero entregó en mano a Marie, mientras disfrutaba su desayuno en La Bonne Franquette. Se disculpó en nombre de su jefe, que al parecer, se hallaba indispuesto. Los modales del hombre y la excelente caligrafía de la nota le hicieron pensar que no se trataba de ningún engaño y efectivamente, provenía del famoso marchante de arte Jean Lacroix.
Bien pasada la medianoche llamaron a la puerta del desordenado apartamento de Marie, en pleno barrio de Montmartre.
—Buenas noches, no dispongo de mucho tiempo. —dijo quitándose el sombrero.
Su duro acento parecía del este de Europa. Rechazó el vaso que Marie le ofreció y buscó con la mirada un sitio donde sentarse. Ella señaló el sillón preparado para la sesión.
—Si no le importa, permaneceré callado. —dijo.
El misterioso hombre mantuvo la postura de manera estoica. No bebió ni comió y no relajó la postura en las cinco horas que Marie tardó en acabar su obra.
Al finalizar el encargo ni siquiera miró el resultado. Colocó su abrigo y tras una reverencia con el sombrero, dejó a Marie. Exhausta y un tanto desconcertada no tardó en conciliar el sueño.
Apenas había amanecido cuando llamaron de nuevo a su puerta. Era Jean Lecroux junto al caballero del café y realizaron el provechoso aunque inusual trato.
No pensó más en aquello hasta años después, cuando una noticia sacudió el mundo.
La revolución tomaba fuerza en Rusia y parecía imparable.
Al ver una foto del líder comunista lo comprendió:
Había retratado a Vladímir Ilich Uliánov «Lenin»