«Venganza olímpica»

Los argentinos no se lo podían creer. Habían ganado a Estados Unidos. Y en uno de los deportes donde los norteamericanos eran mejores. El baloncesto. Cuando sonó el pitido final, todos se abrazaron en el centro de la pista.

La medalla de plata era poco para ellos, así que los perdedores se fueron al vestuario antes de la entrega de medallas. Aunque era el que solía animar cuando tenían un mal partido, esta vez el capitán del equipo no estaba con sus compañeros. La última vez que le vieron estaba en la entrada del túnel de acceso a la pista observando a los vencedores con cara de pocos amigos.

Cuando llegó el momento de las medallas, ambos equipos salieron de los vestuarios y el capitán argentino se colocó en su posición para recoger el oro. También estaba el capitán del equipo que había conseguido el bronce. Pero del encargado de recoger la plata seguía sin saberse nada.

Pasó un rato sin saber qué hacer hasta que descubrieron que la medalla de oro no estaba. Nunca había pasado una cosa así, pero finalmente se decidió entregar la plata y el bronce y, cuando apareciese la medalla de oro, se les entregaría a los vencedores, aunque fuese ya en Argentina. Aunque por el momento no se llevaban la medalla, volvían con el sentimiento de ganadores.

Ya en el vestuario, el capitán encontró una nota en su taquilla. Era del capitán norteamericano y en ella le decía que, habiendo sido esos sus últimos juegos olímpicos antes de retirarse, no iba a permitir irse sin el oro. Por eso había robado la medalla. Además, tenía una cuenta pendiente con el capitán argentino por un amor que él estropeó. Con el robo de la medalla saldaba su venganza.