«A la caza de Espectro Plateado»

Llevábamos más de un año siguiendo la pista de una famosa banda organizada: unos peligrosos narcotraficantes ocultos en las amplias calles de Madrid. Junto a mi equipo conseguimos atrapar a varios de ellos, pero su líder siempre se escaqueaba en el último momento. Nunca conseguimos ver su rostro, convenientemente oculto por una máscara de gas, ni dejaba huella alguna en cada escenario en el que se manifestaba. Por esa fama de escurridizo en el cuartel se ganó a pulso el apodo de Espectro Plateado, un alias que le venía como anillo al dedo porque... ¡Esa velocidad a la hora de disparar era inhumana! Y además, me causaba escalofríos recordar los estragos que causó con sus explosivos y sus botellas repletas de gas tóxico... Perdimos a varios agentes y civiles por su culpa...

No obstante, esa mañana recibí una llamada que lo cambiaría todo.

―Jefa, ¡hemos encontrado a Espectro Plateado! Varios testigos han atisbado un sujeto acorde con su descripción cerca de...

Esa noche todos los coches patrulla de la zona marcharon en la misma dirección, esa noche por fin arrestaríamos a esos criminales retorcidos. Enfrente de aquel edificio en ruinas el temblor de mis manos fue en aumento. Inspiré hondo y, con el corazón a mil por hora, di un par de indicaciones por radio.

―Aquí la Agente Díaz dirigiéndose a todas las unidades. Despejad la zona, repito, despejad la zona. No olvidéis vuestras máscaras protectoras.

Entre nuestras filas contábamos con el habilidoso agente Rocs, el mejor de su promoción. La operación fue un éxito gracias a él.

Hoy es... la fecha de su funeral.
Hoy recuerdo con el corazón encogido como Rocs hizo de escudo humano para protegerme de una puñalada mortal, como sostuve su pata hasta sus últimos segundos de vida.

―Fuiste mi mejor amigo, Rocs...

¿Por qué los perros no pueden ser eternos?