«HOMBRE DE PALABRA»

—¡Buenos días, agente!
 
   Contesté con un leve movimiento de cabeza mientras aceleraba el paso para impedir que se incorporara. Estaba recostado en la cama y tenía varias vías colocadas en sus brazos. El tubo del oxígeno estaba tan tirante que con cualquier leve movimiento podía caerse de su actual posición. Me senté a su lado y le cogí la mano. Mirándole a los ojos le sonreí.

   —¿Has resuelto ya el caso?  
   —Todavía no —contesté con pesadumbre—. Tengo el presentimiento de que dentro de poco lo haré. No sé cómo poder encajar las piezas que tengo. Estoy seguro de que he pasado algo por alto.

   Noté como su mano intentaba apretar a la mía para darme ánimos, pero sus fuerzas no correspondían a su intención.  

   —Creo que puedo ayudarte —hizo una pausa para coger aire. Se notaba que se ahogaba al intentar hablar.  
   —¿Cómo vas a poder hacer eso? —pregunté sorprendido.  
   —Pero si te lo cuento…, deberás hacer algo por mí.  
   —¿El qué?  
   —Matarme.  
   —¿Pero tú te has oído? ¡Eso no puedo hacerlo!
   —Lo harás, estoy convencido. Tu silencio a mis palabras me sirve como la aceptación de mi propuesta —me dijo mientras me miraba fijamente a los ojos—. Sé que eres hombre de palabra y que lo harás.

   Lo miré con extrañeza y con sus pocas fuerzas comenzó a hablar de mi caso, explicándome muchos detalles de todo lo acontecido aquella noche en la que mi madre murió. Todas las piezas en mi cabeza empezaron a encajar como si de un puzle se tratara y entonces, me confesó qué él la había matado.  

   Mis manos soltaron la entrada del aire asistido en el momento que su corazón se apagó. 

   Cumplí con mi palabra, papá.