Siempre pensé que no era posible andar sin saber dónde ir, pero me encontraba caminando hacia ninguna parte. La lluvia que caía no era impedimento para no estar absorta en mis pensamientos, más bien ni siquiera la notaba.
El sonido del teléfono me sacó de ese estado. Era mi editora.
- Hola Elisa, ¿Qué tál? – contesté con cierta desgana.
- Cánar, llevas días de retraso con la entrega de la novela y no podemos permitir que te retrases más de un par de semanas en presentármela.
- Lo sé, no te preocupes, la tendré. Víctor y yo lo hemos vuelto a dejar y me siento fuera de este mundo. No soy consciente ni del día en el que vivo.
- Cielo, ya lo hemos hablado mil veces, no es un hombre para ti. Son muchos años los que llevamos de amistad y me tienes para lo que necesites, pero los jefes no permiten más retraso con la entrega. Llámame para cualquier cosa que necesites.
- De acuerdo.
Elisa, era mi editora y llevábamos diez años trabajando juntas, era además de mis mejores amigas. Tenía una pareja perfecta y unos hijos propios de catálogo de moda. A pesar de esa amistad, nunca le conté la relación tan posesiva en la que me había metido de lleno, habían sido dos años, con varias rupturas y vueltas, en las que finalmente me estaba perdiendo a mi misma. Apenas reconocía mi forma de hablar, había olvidado cómo decidir por mi misma, incluso la sonrisa que se dibujaba en mi cara parecía la de otra persona.
Hacía años que escribía novelas románticas, y ahora mismo lo que menos me apetecía era escribir sobre como dos personas lo dan todo el uno por el otro, esa premisa era algo que no tenía ningún sentido en mi mente.
Al llegar a casa, cogí las páginas que tenía escritas de la novela. Era autobiográfica, estaba basada en el inicio de la relación con Víctor. Al releer esas páginas, mi mente no reconocía esos sentimientos que estaban descritos con tanta pasión. Lo único que quería era ser fuerte esta vez, para no volver a sus brazos, brazos que más que caricias y seguridad, desprendían autoridad y posesión. Al igual que su boca, de la que antes salían palabras hermosas y ahora otras que herían como dagas.
Sí, esta vez va a ser la definitiva, tengo que sacar fuerzas, tengo que encontrarme de nuevo.
Pasó una semana, en la que las llamadas de Elisa, exigiendo que entregase mi trabajo, se alternaban con los mensajes de Víctor pidiéndome que volviera.
Fue una semana, en la que escribí mil hojas, que fueron destruidas seguidamente, ya que mi mente no me dejaba plasmar ninguna historia.
Fue una semana, en la que conseguí superar mi bloqueo ante el papel. En la que destrocé las hojas que estaban escritas y comencé una nueva novela que me representara al 100%.
Conseguí que la editorial me permitiese salir de la temática que esperaban mis lectores, para abordar el tema que necesitaba escribir.
En lo único que coincidieron ambas historias, fue que la que presenté, también era autobiográfica. Todas las situaciones que me habían dejado K.O. emocionalmente durante mi relación, fueron expuestas en la novela. Aproveché mis conocimientos de la facultad de psicología, para acompañar de técnicas y consejos mi historia, para que toda persona que pudiese sentirse como yo me sentí, contase con ese apoyo.
El día de la primera firma de libros, me acompañó Elisa. La editorial estaba bastante contenta con la acogida de la novela, aunque eso sí, la próxima tenía que volver a ser romántica, y no de autoayuda, como habían catalogado “Adán mordió la manzana”.
Fueron varias horas en las que firmé y dediqué ese pedacito de mí, que aquellos lectores tenían en sus manos. La ilusión volvía a recorrer mi cuerpo.
- Hola, ¿me lo firmas?, dijo una voz bastante reconocible para mí.
Al levantar la cabeza, allí estaba Víctor, con su mirada fija en mí. Conocía muy bien esa mirada, era con la que esperaba que yo volviese a él, con la que esperaba que pasase página y volviese a su lado, pero esta vez algo era diferente. Yo no solo sentía mi propia fuerza, sino también la de todas aquellas personas que tenían mi historia en sus manos y que creían en esa mujer que yo les había presentado, esa mujer que aunque ellos lo desconociesen, era yo misma.
No me tembló la voz. Por supuesto que te lo firmo, contesté.
Cogió su libro firmado y salió de los grandes almacenes. Sentí la mano de Elisa, que apretaba la mía, y me guiñaba un ojo.
- Nunca se dará por vencido. ¿Qué le escribiste?
- Algo que tenía que haberle dicho hace tiempo.
Eva no te ama.
Te perdono.
Sé feliz.
Cánar Alvés.
Ahora que han pasado los años, doy gracias a mi pasión por la escritura, que me ayudó a sacar fuera todo lo que una relación tóxica va almacenando en tu cuerpo y tu mente.
Ese libro fue mi salvavidas. Al igual que espero que ayudara a tantas otras personas.
