Querido amigo,
Te escribo esta carta ya que mi cobardía me impide decirte todas estas cosas cara a cara. Nos conocimos cuando tan solo éramos unos niños, jugábamos juntos en el patio del colegio por las mañanas y en el descampado por la tarde. Fuimos creciendo, juntos fuimos por primera vez a la discoteca, aquellas sesiones de tarde en las que solo servían refrescos. Cuando cumplimos los 16, fuimos a nuestra primera sesión de noche y nos tomamos la primera copa. Éramos inseparable y juramos que nunca nos separaríamos. Pero seguimos creciendo y con ello comenzó a crecer en mí algo mas que una simple amistad. Me costó, pero comprendí que no me gustaban aquellas chicas con las que intentábamos ligar, el que realmente me gustabas eras tu. Floreció ese amor que posiblemente siempre estuvo dentro de mí, pero nunca fui capaz de confesártelo, quizás por miedo a perder tu amistad y con ello la posibilidad de que alguna vez me amaras como yo te amo. Pero un día, un fatídico día, conociste a aquella chica con la que empezaste a salir. Cumpliste tu promesa y no te separaste de mí, y los tres íbamos juntos al cine, a cenar e incluso de vacaciones. Para tu novia era tan solo ese amigo “raro” del que no querías desprenderte, pero era buena persona y no la importaba que os acompañara. Estaba tan enamorado que no supe ver la verdad y tenía la esperanza de que algún día te dieras cuenta de mi amor.
Hoy estoy aquí, escribiéndote esta carta en el día de tu boda, para decirte que me voy, me voy muy lejos de aquí. Soy yo el que incumplo mi promesa, porque te amo y mi deseo tan solo es que seas feliz. Te amo amigo.