Al otro lado - Mayomoratallaruben
Mayomoratallaruben

«Al otro lado»

686 palabras
5 minutos
84 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😨 Cuenta la historia de un escritor o escritora atormentado por su miedo a fracasar.

—Rubén, despierta. 

»Sigue todo en silencio. ¿Ya estás más tranquilo? Anoche te dije que hoy todo tendría más sentido que ayer. No mires a la ventana, por favor. Nunca quiero arrepentirme de hacerte falsas promesas, pero al final siempre acaba pasando, y tú me miras con ese gesto triste. Es frustrante provocar la sensación opuesta a la que deseas. Pero ¿qué importo yo? Lo único que importa es que las vidas de todos están condicionadas por una luz que no se enciende y unas teclas que titubean, y todo al son de tu ridícula manera de vivir. Ya no puedo convencerte con «te quieros» que te importan tres narices, pero si esparces tu cráneo por la acera acabarás con muchas vidas, y con ideas derramadas por el suelo (permíteme el ácido paralelismo). Si solo fuera tu vida, no me preocuparía tanto: un funeral, un periodo de luto, nada que no vaya a poder superar con el tiempo y toneladas de infusiones; pero inexplicablemente hay gente que te quiere más que yo. No sé por qué, solo serías otro más entre tantos escritores muertos. 

»No vas a ver prados en tu boli, desengáñate; aquellas épocas se terminaron. No pienses que cuando la ventana se abra toda la energía de la naturaleza acudirá al gran Rubén, simplemente porque se lo merezca como compensación a sus épocas vacías. Los escritores os creéis que sois los únicos que sufrís. ¿Me estás escuchando? ¡Rubén, no te acerques a ella! 

—¡Cállate! 

—No alces tu palma tratando de encontrar la luz; no fundas la silueta de tus dedos con el cristal. El cristal está frío. La manivela también lo está...

—¡Calla, por favor! 

—Ahí fuera no hay inspiración, no hay musas, no hay nada. Ódiate, y sigue odiándote, porque eres maravilloso haciéndolo. Quererse es mucho más difícil. Ódiate como nadie más sabe hacerlo. ¿A dónde vas? ¡No hagas tonterías! ¡Rubén, no lo hagas, por Dios! 

¡Plam!

—Cierra. ¿Estás bien? ¿Qué has visto? 

—Gente con el papel en blanco, rostros desfigurados y de aspecto hostil. 

—Te lo dije. En eso te convertirás. Gente llorando con su libro en la mano, ¿verdad? Apretándolo tanto como para hacer sangrar sus palmas. Personas cuyo libro nadie lee; y ahora menos, porque ya se empiezan a confundir las letras con la sangre. Es ese el mundo que te espera. 

—No me hables de lugares en los que no has estado.

—¿Tienes buenas ideas?

—Sí, indiscutiblemente.

—Deja de mirar a la ventana. En el cementerio de cadáveres literarios ya no caben más tumbas. Por eso los incineran ahora, ¿sabes? Lo hacen junto con sus libros. 

—No quiero seguir escuchándote. Abre la ventana. Yo sigo haciendo algo diferente; no tengo miedo. 

—Tú no hueles de noche el aroma a ceniza de las letras, las poesías incineradas junto a sus poetas, como si jamás hubieran existido. Las novelas quemadas porque no despertaban a nadie de su letargo. Yo lo huelo cada noche, mientras tú fantaseas con ser el nuevo dios de las palabras. 

—Para mí escribir es mucho más que todo eso que me cuentas. 

—Vas a volverte loco, y vas a volvernos locos a todos. 

—¿Loco? He convivido con fantasmas más hirientes que tú. Te olvidas de que me dedico a inventar historias, y las historias me producen tanto placer como dolor. Volverme loco no es un problema. Toda esa gente que ves por la ventana no está muerta. Algún día volverán a imaginar, a crear, volverán a hacer sentir con sus historias, y resistirán ante voces como la tuya que les repiten una y otra vez que no pueden conseguirlo. 

—Cierra la libreta. 

—Siempre has estado en mí, dentro de mi cabeza. He ido a psicólogos, terapeutas, psiquiatras, y todos llegaron a la conclusión de que era el miedo lo que me impedía continuar. Ese eres tú, con tus cinco letras. Pero como vienes haciendo habitualmente, vuelves a cometer una gran imprudencia. Subestimas mi capacidad de imaginar. Soy capaz de imaginar con tanta fuerza que ni tú ni nadie puede poner barreras a mi forma de cuidar las palabras. Quédate si quieres; no hay problema. Dejaremos la ventana entreabierta. 
Mayomoratallaruben
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Wilma Beatriz Menelik
03 sept, 19:27 h
En mi opinión, tu relato está muy bien escrito, crea tensión y emociona. Mucha suerte.
Mayomoratallaruben
04 sept, 01:46 h
Agradezco mucho tu comentario, y más de la forma que lo ha definido. ¡Un saludo!
Ismael Salvador
06 sept, 21:29 h
Ah, esos visitantes tan incómodos. Aquí tambien vienen. En mi caso, a mí me visita mucho "falta de autoestima"... ¿o debería decir "ausencia de autoestima"?

Mi profesor de canto me mira y dice: canta, sonríe... ¡Créetelo! Le diría: no tengo autoestima. Pero no la necesito para cantar. No necesito seguridad, ni autoestima: ni creer en mí mismo.

Simplemente tengo que abrir las manos, sonreir y propulsar más mi voz. Simplemente tengo que finjir que me lo creo.
Mayomoratallaruben
07 sept, 16:59 h
¡Me ha gustado mucho tu comentario! «Esos visitantes tan incómodos», ¡qué bien definido! Totalmente de acuerdo, todo radica en la confianza en uno mismo. Es la mejor manera que tienen las personas de «propulsar más su voz», como tú has comentado.
Ismael Salvador
07 sept, 17:33 h
Según el psicólogo Omar Rueda (puedes consultar en Youtube), éstos visitantes vienen a darnos mensajes, y si queremos ser más fuertes, no sólo no debemos echarlos, sino que debemos darles la bienvenida, porque "se bajaran en la parada del bus que ellos quieran". Así que mientras están, no nos queda otra que seguir a lo nuestro, porque ellos no se van a mover. Gracias Rubén, ¡propulsemos más nuestra voz pese a que nos tiemble!
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