«Al salir de trabajar»

Como sucedía cada noche, desde hace un par de años, Blanca salió del trabajo agotada y con la sensación de que en cualquier momento se desplomaría en las calles silenciosas de aquel pequeño pueblo para no volverse a levantar, y como siempre sucedía, al recordar a los dos angelitos que la estaban esperando en casa, recobro todas las fuerzas que su cuerpo y su mente la permitieron para adoptar una aptitud positiva delante de sus hijas, aun la quedaban por recorrer dos calles antes de llegar a casa y al menos la pequeña de sus hijas estaría ya durmiendo cuando entrase por la puerta, lo único que la mantenía en pie era saber que si ella se iba prematuramente de este mundo él tendría la custodia y por experiencia propia sabia que llevarían una vida atormentada por el olor del alcohol y los pasos descompasados de un borracho que anunciaban una tormenta de gritos y golpes. Blanca no podía permitir que sus hijas viviesen aquello de nuevo, lo único que la mantenía con vida era la esperanza de ver algún día a sus hijas con la vida que siempre soñó para ellas. Mientras se sumía en un mar de pensamientos atisbo por el rabillo del ojo dos siluetas oscuras al final de la calle, sintió un escalofrió recorrerla la columna vertebral, pues a esas horas no era habitual encontrarse con nadie, cruzo la calle cambiándose a la acera contraria, cuanto mas se acerca mejor distinguía que esas dos figuras eran dos hombres con aspecto de no estar haciendo nada bueno, el corazón la latió a mil por hora cuando cruzo la mirada con uno de ellos, se sentía como un cervatillo a punto de ser atrapado por un cazador, saco la llaves de casa de su bolsillo y se las puso entre dos dedos a modo de puñal, las pierna la temblaban y el único pensamiento que pasaba por su cabeza era que si a ella la pasaba algo no podría cuidar mas de sus hijas. Por suerte nada le sucedió aquella noche a Blanca, acelerando el paso y con el corazón en un puño consiguió llegar a casa sana y salva para poder seguir estando con sus hijas al menos un día más.
Esto es lo que Blanca vivía cada noche al salir del trabajo, esa sensación de miedo de que algo malo le iba pasar a ella o a sus hijas la invadía todo el cuerpo hasta llegar a casa junto a ellas, aun a sabiendas de que años mas tarde quizás, y solo quizás ellas se marcharían de casa para apenas acordarse de su madre e ir a visitarla o llamarla por teléfono con suerte para Blanca una vez al mes y teniendo la certeza de que aquellos dos angelitos jamás se enterarían de como su madre se sentía cada noche al salir de trabajar.