«Algún día la gente sabrá de ti»

Esta madrugada ha sido más dura que otras. Ya no sabía qué hacer para no pensar en el frío que atravesaba mis esqueléticos huesos. Miraba y olía el bote de Resistol una y otra vez, pero desgraciadamente solo quedaban unos hilillos secos que no desprendían ningún olor. Necesitaba volar, estar muy loco para no pensar en el ruido incesante de mis tripas, en la soledad de no tener más compañía que el miedo, miedo a que alguien se me acercara sigilosamente dispuesto a robarme mis tenis o algo peor aun. Aún sufro pesadillas que me despiertan temblando y sudando profusamente desde aquella noche hace ya 7 años. Ningún niño debería pasar por lo que yo pasé con 8 años recién cumplidos. Mi segunda noche en la calle. Mi madre había conocido a un bueno para nada dos meses antes. Le faltaron sólo dos meses para olvidarse de que un hijo es para toda la vida. Una mañana se levantó, me miró a los ojos y me dijo: -Jose Augusto, ya no puedo mantenerte. Eres un niño grande y tengo que pensar en tus hermanos. Necesitan un padre. Entiéndeme, por favor. -Las lágrimas rodaban por mis mejillas. Le supliqué que no me abandonara, que me diera otra oportunidad,  trabajaría vendiendo tortillas en el mercado, limpiando cristales en los semáforos, cantando en los buses que iban al centro,  pero de nada sirvió mi llanto. De la noche a la mañana me vi durmiendo en la calle, escondido debajo de un cartón intentando pasar desapercibido. De día acudía a un centro en el que me daban desayuno y comida a cambio de ducharme, lavar mi ropa y aprender todo lo que pudiera en la escuelita. Me habría quedado allí para siempre, pero a las 4 de las tarde tenía que salir de nuevo a la jungla y sobrevivir. ¡Qué difícil es salir ileso de un mundo tan hostil! 

Tiempo después...

No estoy muy seguro, pero podría haber cumplido ya 15 años. He sobrevivido todo este tiempo, pero no lo he vivido,  mucho menos disfrutado. Hace 3 meses me enamoré como un loco, por un momento pensé todo podía cambiar, que la vida me estaba dando una oportunidad, pero la gente como yo, no tiene derecho a ser feliz y finalmente todo se acabó. No  veo el sentido a seguir aquí, no le importo a nadie. He arriesgado un poco más esta noche y con el botín del robo  he comprado 5  gramos de coca y dos botellas de guaro. No todos hemos venido a este mundo para siempre y mi tiempo aquí se ha terminado.