Mila Clemente

«Arthur y el misterioso diario de Conde Graham»

1000 palabras
8 minutos
30 lecturas
Reto creativo «Equinoccio de Otoño»
Un escritor se muda a un castillo en busca de inspiración. Al llegar el equinoccio de otoño, descubre un antiguo diario que relata rituales oscuros y entidades que despiertan durante esta fecha. A medida que se acerca la noche del equinoccio, comienza a escuchar susurros y a ver figuras en los pasillos del castillo, dándose cuenta de que las historias del diario podrían ser más reales de lo que imaginaba.

Arthur soñaba con instalarse en algún lugar tranquilo para escribir su nueva novela. Después de visitar varias viviendas en pueblos próximos a Edimburgo, cambió su predisposición. Se puso en contacto con Emily, su agente inmobiliaria, y le explicó su nuevo propósito. Algo en su interior le predecía una idea interesante, alojarse en un castillo apartado de la ciudad. Pensó en que vivir rodeado de naturaleza e historia le favorecería en sus inspiraciones y fantasías.

Encontró un lugar mágico donde las aves nocturnas le acompañaban al son de sus palabras. La flora coronaba el castillo con mimo, transmitiéndole todo su respeto. Un camino de piedra le conducía a la entrada de la fortaleza, donde un gran rastrillo reposaba en el techo del acceso. Lo observó detenidamente, imaginándose las veces que tuvo que cerrarse en antiguas batallas para defender a sus propietarios.

Emily le explicó algunos detalles del pasado vividos en el castillo; el malhumorado Conde Graham que propinaba portazos, la Condesa Arabella enloquecida tras perder a su hijo, y el hermano de ésta, Duncan, amante de una de las doncellas. Arthur no prestó mucha atención a las anécdotas con poca credibilidad, aun así, al inspeccionar los aposentos del castillo no pudo evitar fantasear con cada detalle. Desde su primera visita, ya supo dónde iba a dedicar su tiempo en escribir su próxima novela. La torre principal disponía de dos salas bien iluminadas y con unas vistas espectaculares. En la primera planta; acondicionó su modesto dormitorio con un aseo, y en la segunda; un despacho amplio con un gran escritorio, un sillón junto a la ventana, librería con escalera corrediza, y un mueble para diversos menesteres donde ubicó su adicta cafetera.

Comenzó a escribir una historia sobre un noble desdichado, al que abandonan en el altar el mismo día en que se uniría en matrimonio con una bella dama. Tras completar el primer párrafo del prólogo, una imagen onírica invadió en sus pensamientos. El Conde Graham reapareció como un fantasma. ¿Por qué no utilizar la leyenda que le manifestó Emily en su nueva novela?

Tras meditar unos segundos con una taza de café en la mano, bajó las escaleras de la torre y se dispuso a caminar, simplemente caminar y observar. Estaba oscureciendo, y el reflejo de los candiles comenzaba a expandir sombras rocambolescas sobre la piedra. Al llegar a la planta baja, avanzó rodeando la gran escalinata, estudiando cada paso, cada cuadro y cada estatua que decoraba la estancia. De pronto, reparó en unos pedazos de mármol junto a la puerta que conducía a las antiguas mazmorras del castillo, actualmente convertidas en bodega. Introdujo sus dedos a través de uno de los huecos para examinar los daños, y al sustraer una de las piezas se percató de que había un objeto oculto tras la pared. Tras lograr alcanzarlo y sacudir el polvo que, intuía, lo arropaba desde hacía muchos años, pudo averiguar que se trataba del diario del mismísimo Conde Graham.

La lectura de ese diario podría llegar a ser su gran inspiración para que su novela se convirtiera en el “best seller” del año. Una melodiosa excitación recorrió su piel provocando que el vello se le erizara. Después, subió las escaleras raudo en busca de un lugar adecuado para la lectura.

Acomodado en el sillón del despacho, comenzó a leer. Las palabras del Conde Graham le ayudaron a contrastar la leyenda que le reveló Emily unos días antes. El conde incómodo con la presencia de su cuñado en el castillo, se desfogaba propinando portazos continuamente. En ese mismo instante, Arthur levantó la mirada con inquietud, un sonido extraño le insinuó la presencia de alguien en el castillo. Agudizó el oído en el silencio de la noche y en cuestión de segundos, el sonido de un portazo le encogió el corazón. Con la mano temblorosa asió una linterna y se dirigió sigiloso hacia el corredor de la primera planta. Cuando llegó a la altura de la gran escalinata, cuatro cuerpos pálidos y estrambóticos se deslizaban lentamente en cada peldaño. Las piernas de Arthur se debilitaron tras la inesperada aparición y desvaneció sobre la fría superficie. Al despertar, se encontraba sentado en su sillón junto a la librería. Un tanto aturdido, pensó en que se había tratado de una pesadilla, sin embargo, una voz le ahuyentó de su suposición.

—Buenas noches Arthur. Mis disculpas por la intromisión. La apertura de ese diario ha sido la causante de nuestro regreso.

—Pero ¿Quién es usted? —preguntó Arthur desconcertado.

—El dueño de este castillo; Conde Graham. Y si deseas vivir en él, deberás concederme lo que mi familia y yo precisamos para sobrevivir —contestó el conde mostrando sus largos colmillos.

—¿Qué…qué es lo que necesitáis? —logró articular Arthur atemorizado.

—¡Sangre! No importa de quién, no importa cómo, solo atrae a nuestra presa.


Dos días después, Arthur organizó una reunión para festejar la nueva y extraordinaria vivienda con varios conocidos de su entorno; entre ellos Emily, su agente inmobiliaria. En el gran salón les obsequió con un abundante tentempié con champán francés y música óptima para la ocasión. Tras varios minutos de risas y brindis, Arthur se ausentó excusándose un instante para acudir a su despacho y coger unos detalles de cortesía. Mientras ascendía apresurado hacia su dormitorio, un atisbo de remordimiento le reconcomía las entrañas. Postrado frente a su puerta, los gritos despavoridos de sus invitados le produjeron terror. El hedor a sangre se expandió entre las paredes de la fortaleza, inundando cada rincón de un placer perverso. De pronto, la inspiración embargó su mente. Ese tétrico suceso le motivó para arrojar luz a su nueva novela.

Tras escribir miles de palabras sobre el papel, Arthur se percató de una nueva sensación en su interior. Un apetito atroz le nubló los ojos, ansiaba el mismo brebaje que el Conde Graham; la sangre. Sintió una presión en sus colmillos, y su piel palidecía por momentos. Minutos después, apuraba los restos de sangre sobre el cuello rasgado de Emily, como una hiena tras un festín salvaje.

Mila Clemente
Nací en Barcelona en 1974. Mi infancia en Santa Coloma de Gramanet fue en tiempos de la EGB…
Miembro desde hace 2 años.
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N. de la Flor Ruiz
01 oct, 00:27 h
Este Conde no era Drácula, per Graham sí era vampiro y Arthur acabó como él. Pobre desdichado 😊
Mila Clemente
01 oct, 01:24 h
Ahora tendrá toda una eternidad para escribir novelas 😆
lady_p
01 oct, 09:44 h
Buen relato con un final que sorprende. Muy bien descrito el ambiente que mete al lector en a escena. Enhorabuena!
Mila Clemente
01 oct, 17:24 h
Muchas gracias Mpaz. Un saludo.
J.f.c.escritor
01 oct, 19:56 h
¡Menudo giro!
elinsurgentecalleja
25 oct, 22:26 h
Magnífico relato Mila!
El giro final es brutal!!
💪💪
Saludos Insurgentes
Mila Clemente
25 oct, 22:35 h
Muchas gracias compañero. Me alegro que te guste.
Un saludo.
Mayomoratallaruben
28 oct, 16:46 h
Me ha encantado la estructura y la forma de narrar. ¡Enhorabuena!
Mila Clemente
28 oct, 17:27 h
Muchas gracias Rubén.
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