«Una mano amiga»

El 11 de Septiembre abrió una herida en pleno siglo XX, obligando a aumentar la seguridad en los viajes iintercontinentales. Una herida que perdura a día de hoy porque el ser humano no ha dejado atrás el camino de la violencia. Guerras, conflictos, más atentados... Deseo de todo corazón el fin de todo conflicto, deseo que nadie más tenga que vivir una experiencia tan traumática como la que padecimos mis compañeros supervivientes y yo.
Veinte años han pasado y no consigo olvidar los gritos desgarradores de mis amigos y compañeros de trabajo, tampoco el fuego ni el caos. Recuerdo bien el último café que compartí con Thomas, mi jefe, momentos antes del choque del avión. Al igual que muchos, no pude soportar la idea de una muerte horrible entre los escombros o las llamas y... Me precipité al vacío.

¿Como pude sobrevivir a la caída? A día de hoy pocos, muy pocos, creen en mi experiencia. Mi abuela, firme devota religiosa, me habló de los ángeles de la guarda, siendo esa la única explicación que pude encontrar a lo que me sucedió.
Una figura resplandeciente como el sol de grandes e inmaculadas alas me abrazó por la cintura. Mi última memoria me sitúa a muchos metros lejos de la Torre Sur, sin un solo rasguño.

''Abuela María, cuéntanos otra vez la historia del ángel'' son las palabras más repetidas por mi pequeña nieta de apenas cinco años. Gracias a la intervención de mi salvador pude aprovechar esta nueva oportunidad, entre ellas ver crecer a mi hija y conocer a su primogénita. La tierna y dulce Diana.

Y, ¿sabéis una cosa? Creo que hay más seres como mi salvador. Enfermeros, doctores, bomberos, policías... Todas esas personas son nuestros ángeles de la guarda terrenales.